Aficiones futbolísticas de la infancia
Opinión

Aficiones futbolísticas de la infancia

Por:
junio 18, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Nací en una casa donde el viejo Lara pregonaba un antibarranquillerismo que jamás entendí. Amaba el carnaval pero tenía todos los insultos contra el equipo de la ciudad.

Atacaba a los hinchas del Junior con una sentida cantaleta: “Lindos que están, mientras los Char (dueños del club) se hacen cada vez más ricos, ustedes ni estudian ni se preparan y se hacen cada vez más pobres”, les gritaba a los que se reunían en la esquina a hablar del que fue y el que  sería el próximo partido del Junior, “tu papá”. Así lo llamaba Edgar Perea, el animador de la afición juniorista, a quien el viejo Lara consideraba mercenario de los Char, que aprovechaba la afición, y su buena voz, para hacerse más rico a costa de los pobres seguidores del club.

Debe ser por ese discurso rayado, que cuando hoy escucho la palabra fútbol siento que alguien se hace más rico mientras otros se empobrecen. Eso, por supuesto, no inquieta a los aficionados, porque el apego a un club es una idea irracional, ligada a múltiples historias o circunstancias.

En aquellos años setenta la televisión era en  blanco y negro. Las transmisiones  en directo eran casi nulas. El partido se disfrutaba más en las crónicas de prensa; las transmisiones radiales, en las que había que imaginar cada jugada: la pegada del balón; el efecto que tomaba el esférico; las formas infructuosas de un portero por atajar un gol; o las violentas discusiones entre enfurecidos jugadores, luego de una falta violenta.

Las noticias de estrellas y clubes extranjeros eran lejanas. La emoción estaba en el álbum oficial del Mundial que se llenaba sin la ayuda de mercaderes de láminas que mataron la pasión por conseguir o intercambiar la figura de un jugador difícil.

El viejo Lara no tenía reparos con el Mundial. Así nació mi afición, única y exclusivamente, por el fútbol que enfrentaba a naciones, y que arrancó con un vago recuerdo del Mundial de 1970, en el que Brasil quedó campeón.

Aquel año me aficioné a Brasil por ser un país cercano, por parecerse a nosotros, porque los directivos tenían la inteligencia para contratar jugadores brasileños para el Junior, como al gran Garrincha, un jugador excepcional, con más talento que cualquiera de las estrellas de hoy, y cuyas reflexiones sobre la vida y el futbol siguen siendo profundas, como se lee en un fragmento del reportaje escrito por el periodista Álvaro Cepeda Samudio: "Tanta pobreza y tanto trabajo no me dejaron campo para ser vanidoso ahora cuando, gracias al fútbol, lo tengo todo". Y es cierto: (explica Cepeda) porque este hombre, de cuerpo pequeño y regordete —altura, 1,69; peso, 72 kilos— que en 13 años con el equipo Botafogo marcó 353 goles y ha asombrado con su endiablado juego todo rapidez, malicia y picardía, al público de tres campeonatos mundiales, es, antes que todo, un hombre sencillo, amable; a quien no afectan ni el elogio delirante ni la diatriba más implacable porque: "los jugadores profesionales no somos más que payasos: salimos al campo a divertir a un público que paga por vernos ganar o vernos perder: al igual que los payasos en el circo, nos aplauden si lo hacemos bien y nos insultan si lo hacemos mal, pero de ambas maneras los estamos divirtiendo”.

La afición mundialista puede ser tan promiscua como fiel. Además de Brasil, también entra Holanda de los gemelos Van Der Kerkhof, de la Naranja Mecánica, por eso disfruté que haya goleado a España. También está Alemania, porque un compañero de décimo grado, de nombre Heder Góngora aseguraba que su papá era Rummenige, por eso le íbamos a Alemania. Me emocioné con la goleada dada al no-equipo portugués, que confía en que un solo Cristiano salve al resto de jugadores. Me alegran esos resultados porque en medio de las nuevas alegrías que el equipo de Colombia nos da seguimos fieles a nuestras aficiones de la infancia.

La idea antibarranquillera del viejo Lara me permitió ver el fútbol como un deporte y no como la feria de marcas, estrellas mediatizadas, conflicto por derechos de transmisión, que me hacen pensar que el futbol como negocio es cada vez más vergonzoso, que poco o nada importa la afición. Que hay un dueño que parece estar cada vez más rico mientras en muchos lugares del mundo se sigue viviendo el mundial de la pobreza.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Las etiquetas le restan poder a la novela

Las etiquetas le restan poder a la novela

La honestidad de otras voces

La honestidad de otras voces

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--