Abandonar la oposición: Tomar el camino hacia el poder

Abandonar la oposición: Tomar el camino hacia el poder

Por: Cristian Hurtado S
junio 17, 2014
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Abandonar la oposición: Tomar el camino hacia el poder
Imagen Nota Ciudadana

Culmina el escenario electoral, y la polémica al interior de las fuerzas de cambio parece mantenerse en la semana anterior. Llamados y declaraciones de principios acerca del carácter de una verdadera alternativa – reclamada en algunos casos como reducida a alinearse con “los verdaderos” -, y el reclamo para sí de lo que es una verdadera oposición se intercambian de parte y parte.
Cierto es que sectores de izquierda lograron generar un punto de inflexión a favor de Juan Manuel Santos, y que ahora de manera justificatoria se reclaman de nuevo opositores, en una lógica que más pareciera expiar culpas que trazar caminos estratégicos. Lo relevante es notar que el sistema político se ha reproducido, e incluso, toma oxigeno gracias a esa idea amorfa de nuevo consenso por la paz. Consenso que sin duda da fuerza y alimenta la alternativa neoliberal, de apariencia legalista, que manifiesta Santos ante la opción neoliberal de tierra arrasada representada por Zuluaga y la extrema derecha.
Independientemente de la valoración política, y ética, de la participación o impugnación de las elecciones a segunda vuelta, y ahora de la justificación o reclamo público de ser o seguir siendo oposición, hay una arista del análisis de no se debe perder de vista: dadas las condiciones, el momento, y el debate – no entre la izquierda, sino el momento político como se traza – seguir reclamándose oposición sin más no deja de ser una obsolescencia histórica y una vacilante actitud.

Se mantiene en el poder el modelo de las locomotoras, el de los 11 mil prisioneros políticos; el modelo de la paz, la paz exprés, sin “discutir el modelo” en medio de la confrontación negando un cese bilateral al fuego; el modelo de la educación mercancía, del paseo de la muerte. Ese modelo sancionado por un régimen político reduccionista, amarrado y diseñado para reproducirse, y que de hecho, pese a los escándalos y su pobre, cruel y grosero desarrollo, se mantiene incólume.

Declararse en oposición a ello no es suficiente. Más cuándo pareciese que el mensaje dado, por acción u omisión, por parte de ciertas fuerzas democráticas era de respaldo a ese modelo por un solo punto: la paz, solo la paz. Actuar de ese modo, es dejar el mensaje, por acción u omisión, de que se respalda la paz, solo la paz, y no la paz con justicia social, esa que implica un rediseño del Estado, recuperar la soberanía, participación política, redistribución de la tierra, el derecho a ser joven, mujer, LGBTI, el derecho a la ciudad, a educación, trabajo, salud y vivienda dignas.

Se alega apelar a un mal necesario. Sin embargo una acción de oposición, es decir de resistencia, y confrontación coyuntural, no es suficiente en el momento: de lo que se trata ahora es de retomar esa bandera histórica del movimiento social y popular, de la paz con justicia social, y llevarla a cabo sin vacilaciones – independientemente de qué se haya votado en blanco, anulado el voto, votado por Santos o abstenido. Es decir el momento exige pasar de ser oposición, a ser oposición en perspectiva de poder, o lo que es lo mismo, de construir poder desde la oposición con la intención de ser gobierno y construir la paz con justicia social.
La alternativa no es la oposición, la alternativa es ser opción de poder. Es ponerse a tono con las dinámicas mismas que nacen y caracterizan el movimiento social y popular en la actualidad: el paso – al decir de Jairo Estrada – de ser poder destituyente – de resistencia y oposición – a ser poder constituyente –construir poder y para ser gobierno. Los ejemplos de la MANE y la cumbre agraria son dicientes a este respecto: iniciativas unitarias, con gran capacidad de movilización y convocatoria, que dan un paso de exigir reivindicaciones a construir mandatos, propuestas, modelos de educación y política agraria desde el campo popular y democrático defendido en las calles. Así mismo, reconocer que los acuerdos emanados de la Habana, y la agenda misma construida con el ELN – pese a la modificación que de manera inconsulta introdujo el gobierno – dejan entrever de parte de la insurgencia una perspectiva de introducir cambios sustantivos que de ser implementados generaran un quiebre en el balance de poder, económico y social del país; de allí su importancia.

Esto en primer lugar. Pero además de ello, la necesidad de llamar la atención al hecho de que las elecciones declaran una inflexión al interior de sectores que gobernaron juntos el país bajo la época Uribe es importante. Sin duda, no se trata de lo mismo Santos y Zuluaga – un análisis muy liviano lleva a esa conclusión, a despecho de Robledo -. Estamos ante dos tendencias que mantienen una identidad en lo estratégico, con fuertes diferencias en lo táctico y en aspectos centrales del régimen económico del país, particularmente la tierra. Ambas tendencias desde la clase dominante se tensionan ante un eventual acuerdo de la mesa de la Habana con las FARC EP ante este punto, y aún más con la posibilidad de un diálogo con el ELN. De nuevo, oponerse en un momento de creciente ruptura y crisis, es asumir una actitud pasiva. Asumir una actitud activa implica forjar una alternativa nacida desde el campo popular: un proceso constituyente de unidad, diálogo, movilización y construcción de política, gobierno, poder, economía y estado alternativos desde el campo popular, social y democrático.
Es en eso en que consiste abandonar la oposición; consiste justamente en salir a buscar el poder. Poner en perspectiva, y prepararnos, para ser gobierno. Ello exige ante todo, hoy, retomar nuestra vocación de poder, que dicta necesariamente la construcción de escenarios de unidad del campo popular y democrático; transitar el camino de la lucha hacia una Asamblea Nacional Constituyente, en la cuál de la unidad construida dependerá abrir espacio hacia las transformaciones que nos lleven con acierto hacia la paz con justicia social. Hoy no basta con reclamarnos opositores, al contrario, debemos llamarnos a parir un nuevo gobierno, a cosechar la semilla de rebeldía sembrada en años de lucha y construcción de poder popular. Abandonemos la oposición y tomemos el cielo por asalto. Vamos a desatar el poder constituyente.

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