A Gustavo Bolívar

A Gustavo Bolívar

"De nada nos sirve el mejor presidente electo, si las ratas embaucadoras y corruptas se mantienen en Cámara y Senado". A propósito de la fórmula 55/86

Por: IGNACIO CORAL
abril 26, 2021
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A Gustavo Bolívar
Foto: Instagram @gustavo_bolivar

Como militante que soy de la Colombia Humana, creo que usted es el destinatario más indicado para dirigirle esta carta, toda vez que se ha distinguido por su franqueza y altivez al decir verdades, tanto a amigos como a enemigos, copartidarios o adversarios, sin temblarle la lengua y lejos del temor vacilante.

Puede que sea por mi escasa información que últimamente no he visto, oído ni leído algo acerca de su fórmula 55/86 lanzada el año pasado, mediante la cual planteó la necesidad de obtener mayorías tanto en Senado como en Cámara de Congreso de la República, por parte de la coalición de fuerzas de izquierda y democráticas. Luego del Pacto Histórico, poco o nada se ha vuelto a decir sobre ese planteamiento tan afortunado como acertado que usted hizo. Las cosas se han orientado más hacia las candidaturas presidenciales y el programa a desarrollar por la Colombia Humana, de llegar nuestro compañero Gustavo Petro a la presidencia.

Y ahora que las encuestas muestran el paulatino avance y primacía de su candidatura y la ponen en perspectiva real de éxito, es posible que la fórmula 55/86, cuando más exigente se torna, pase a un segundo plano o se disipe en el oleaje del triunfalismo presidencial. Confiemos en la sensatez y mesura de la dirigencia del Pacto Histórico y más en usted, que es su voz crítica, para que ello no ocurra.

“Para cambiar el país no solo es necesario elegir al mejor, sino también tener mayorías en Senado y Cámara”, fueron más que menos las palabras con las que sustentó la estrategia 55/86. Y es que eso es una verdad de a puño, incuestionable y que se impone en la realidad política de cualquier país, especialmente en aquellos con falsa y violenta democracia como el nuestro. Sí, la gente quiere cambios, cambios sociales y económicos inmersos en el concepto del humanismo que es lo esencial. Las mayorías populares incluida la clase media, sectores de la producción nacional, el comercio, el transporte, etc., reclaman a grito vivo el cambio. Y todos ponen su fe y su mirada en el nuevo presidente, olvidándose de la perentoria e inaplazable necesidad de ante todo, y recalco ante todo, cambiar el Congreso.

De nada nos sirve el mejor presidente electo, si las ratas embaucadoras y corruptas se mantienen en Cámara y Senado. Muy poco, por no decir nada puede lograr el primer mandatario del país sino cuenta con mayorías parlamentarias convencidas y honestas, ajenas al halago de la gabela presupuestal. Creo que es en este punto donde la Colombia Humana y el Pacto Histórico no están haciendo énfasis suficiente ni se han preocupado ostensiblemente de que este mensaje llegue a las grandes mayorías. Hay que hacer conciencia de ello, incluso supeditar la campaña electoral para presidente a esa necesidad histórica fundamental. Me atrevo a decir algo en que quisiera estuviéramos de acuerdo: es preferible ganar el congreso que la presidencia misma.

¿Y por qué? No hay que abundar en razones para comprender que un congreso adverso al presidente, se convierte en una talanquera para todas las propuestas y proyectos de este, da al traste con las mejores intenciones del gobernante y como mínimo se convierte en una rémora de ellas. Viene entonces el desgobierno, el desprestigio, y lo que es peor, la pérdida de fe y esperanza en el cambio. Así, se ha desperdiciado la oportunidad del cambio social y político que justamente se había reclamado. Muy difícilmente las grandes mayorías podrían volver a creer en alguien o en su programa de cambio y la opinión generalizada, aupada por los medios serviles del régimen, evidenciará solamente el fracaso de uno y otro. Por supuesto, el Congreso antipatria se pavoneará de su triunfo.

Y hay algo más preocupante. En este país en el que la encarnación del cambio social se convierte en objetivo de muerte, existe la perspectiva del crimen, el asesinato del candidato o aún de este mismo como presidente elegido. No es pesimismo, es objetividad colombiana y los casos y ejemplos han sido históricos y de diario acontecer hoy en día. ¿En un caso de esos que sucede? El proyecto se viene al suelo, cunde el miedo, la zozobra, la desconfianza. Más si queda un Congreso que también encarne dicho proyecto, la situación adquiere una magnitud diferente que lo potenciará y se mantendrán vivos la fe y la esperanza. Las fuerzas históricas del cambio se impondrán sea como sea.

Cordialmente,

Ignacio Coral

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