Juan Manuel Renjifo tenía catorce años cuando su papá el medico Santiago Renjifo comandó la primera expedición a la Sierra de la Macarena. Había nacido en Buga, en el Valle del Cauca, pero su curiosidad de naturalista trascendía fronteras. En ese momento este santuario natural era territorio inexpugnable, virgen. Nadie, ni siquiera la incipiente guerrilla, se atrevía a internarse en sus bosques. Era 1963 y Renjifo había sido nombrado ministro de salud por el gobierno de Guillermo León Valencia.
El primer ídolo del joven Juan Manuel fue ese hombre que tras el saco y la corbata escondía el más atrevido de los aventureros con una sensibilidad única frente a la naturaleza. Una de las razones para internarse en ese paraje, acompañado por una comisión de médicos y científicos, era la de encontrar respuestas para contener los estragos que hacía la fiebre amarilla en el país. Renjifo ascendió hasta uno de los picos más inhóspitos del parque natural que lleva hoy su apellido. El Ministro murió prematuramente en 1969. Juan Manuel tenía entonces veinte años.
En ese momento ya estudiaba biología en la Universidad Javeriana y se habia despertado su interés, casi obsesiva por las serpientes. Pronto, en 1973 entró a trabajar en el Instituto Nacional de Salud. Allí encontró en el médico costarricense Roger Bolaño el interlocutor perfecto para su curiosidad por estos extraños reptiles cuya mordedura resultaba letal. Su esfuerzo se enfocó en crear el suero antiofídico, el antídoto más certero que podría haber para contrarrestar el veneno de la mordedura de serpiente que sigue dejando en Colombia hasta 180 mil víctimas al año.
La labor fue más allá de la que podría hacer un científico de laboratorio. Emprendió la marcha. Caminó la Colombia selvática donde habitan las serpientes. Repartía recipientes especiales para que la gente guardar las culebras capturadas y poderles extraer el veneno. Hasta ese momento el suero antiofídico era importado y por tanto no respondía a la picadura de muchas serpientes nativas. Urgía producir un antídoto con base a los reptiles de las selvas colombianas, muchas de gran letalidad.
La pelea de Renjifo, como la de tantos investigadores pioneros fue solitaria, pero además enfrentada a todos los estamentos de gobiernos que desde finales de los años 90 perdieron el interés por el apoyo a las ciencias aplicadas y ahogaron presupuestalmente la investigación científica. Renjifo fue testigo incluso se cometieron errores de parte del mismo Instituto de Salud que le costaron multas y vetos por parte del INVIMA. Fueron años oscuros. A Renjifo lo atormentaba que no se pudiera tener vía libre para contrarrestar el veneno de las 73 especie de serpientes que tienen la capacidad de matar a una persona en unas cuantas horas. En el 2005 Renjifo se retiró del Instituto. Su hija Camila tomó la posta. Empezó el trabajo en equipo, como continúa hasta ajora. La investigación de Renjifo durante treinta años fue el punto de partida para ella profundizar en el trabajo.
En unos cuantos meses creían tener el antídoto. Trabajando independeinte, sin llevar el peso del Instituto Nacional de Salud, le sirvió para tener mayor libertad. En unos cuantos meses empezaron las pruebas con caballos, a los que le inoculaban el antídoto. El trabajo fue arduo, con el desafio de indentificar las especies, de las cuales conserva en su laboratorio una muestra de sesenta, además de un banco de fotografías con más de 60 mil registros.
Esa herencia la cultiva cuidadosamente Camila quien, a sus 33 años, ya es madre de dos hijas. Una investigadora precoz que a los 21 años ya había realizado su primera publicación en una revista científica en Oxford. Creció no escuchando cuentos sobre hadas sino sobre águilas Harpías que comían conejos y u osos perezosos y de allí su vocación.. Ya de niña habia recibido el homenaje de su papá quien le dedicó le una de las serpientes más venenosas en el país descubierta en Tierra Alta, Córdoba en el 2003. Lo hizo con estas palabras: “Esta especie está dedicada a María Camila Renjifo, quien está mostrando un creciente interés en los renacuajos, y creo necesario que empiece a observar las bellezas del mundo de los reptiles”.
Gracias a una beca pudo estudiar en la Escuela de Medicina Tropical de la Universidad Liverpool; permaneció diez años en Inglaterra hasta que regresó a Colombia a sumergirse en el mundo de estos peligrosos reptiles que con su mordeduras le arrebatan la vida a 180 mil campesinos colombianos.
Renjifo, a sus 71 años terminó viviendo en una finca donde trabaja desde hace diez años alejado de todo y, cada vez que puede, está pendiente de su laboratorio en la Universidad de Magdalena. está alejado del mundo y enfocado en la obsesión que empezó cuando era el hijo de un médico naturalista cuyo nombre lleva uno de los picos de la Macarena.