Era una constante entre los políticos en Medellín decir que lo importante era convencer a El Poblado en las campañas porque allá se decidía el alcalde de la ciudad.
La estrategia se reducía entonces a reunirse en clubes y multimillonarias casas en los Altos de las Palmas con accionistas y gerentes de grandes empresas. Allí se pactaban las cuotas burocráticas, los puestos en las juntas y hasta las obras y contratistas del próximo período. De esa manera, el candidato aseguraba el dinero de su campaña y los grupos económicos, el poder. No contaban con una estrategia diferente.
Sin embargo, la de Daniel Quintero consistió en ver el norte de la ciudad, caminar sus calles, escuchar su gente, sentarse con los líderes y lideresas de los barros, comprometerse con los estudiantes sin pasaje para la universidad y con los padres que no tenían para la matrícula de sus hijos, ver que la nororiental y la noroccidental también querían decidir el destino de Medellín y que el presupuesto no les llegara en migajas.
Él preguntó y le respondieron lo esencial y lo más importante, sobre los sufrimientos y los sueños de las comunas a las que les maquillaron la realidad con propaganda de la ciudad más rica, pero que se quedaban en las casas realmente cortos cada mes para los servicios y hasta la comida.
Cuando abrieron los ojos en los barrios en los que tienen 4 autopistas para llegar y 5 centros comerciales (aunque representan solo el 10% de la población de la ciudad), el candidato de los zapatos gastados y los recursos de campaña escasos les había ganado como el más joven y con la mayor votación de la historia de la ciudad.
De ahí para adelante ellos, la minoría, los de siempre que se habían repartido la ciudad durante décadas, no ha podido entender que perdió el poder, que ahora la ciudad tiene un norte y piensa en hospital, universidad, zona franca, centro de eventos y parques del río para una parte de Medellín que solo le tocaba equitativamente pagar la cuenta de los servicios.
La ciudad recuperó la voz, alguien pelea sus luchas, lidera las demandas de lo perdido, planea los proyectos aplazados durante muchos años, y repite después de ganar para todos: "nuestro poder no es la alcaldía, es la ciudadanía".
