Mi papá que se llama Wilmer, él me enseñó a tocar el piano, aprendió a tocar en la iglesia Jesucristo es el Señor en La ciudadela, en Florencia, donde íbamos todos los domingos al culto del pastor Álvaro. El pastor predicaba y cantaba con los fieles que se reunían.
Mi papá ya sabía tocar el piano cuando llegó a Florencia, porque había aprendido cuando era niño también de su papá, en Santander de Quilichao, en otra iglesia. El pastor Álvaro invitó a mi papá a tocar las alabanzas musicales y a él le gustaba mucho y siempre que podía iba, pero la iglesia tuvo dificultades económicas y tuvo que cerrarla. El pastor vio a mi papá tan triste que le regaló el piano para que tocara y siguiera haciendo eso que tanto le gustaba.
Mi papá lo trajo a la casa y siguió con las alabanzas. A mi me gustaba como sonaba y le dije a mi papá y gracias a él aprendí a tocar melodías como el Himno de la alegría. En el colegió aprendí también a tocar la lira y la toco con la banda. Yo con la música me siento muy bien. Pero hace cuatro meses mi papá tuvo que empeñar el piano para pagar deudas. Le dieron $ 100 mil.
Yo no quería que lo empeñara y le dije muchas veces que no lo hiciera pero mi papá me prometió que lo iba a recuperar, pero se tuvo que ira a trabajar en construcción a Buenaventura. Me puse triste porque me gusta mucho tocar el piano y se me va a olvidar. Cuando lo recupere voy a aprender otras melodías como Cariñito y otros himnos.
A mi hermana Estefanía no le gusta el piano, aunque sabe cantar bien y quiere aprender la guitarra porque mi papá sabe y también hace sonar la batería. Cuando regrese tenemos que darle la sorpresa de tener el piano en la casa y recibirlo con el Himno de la alegría.