Muchos son los críticos de la decisión de Humberto de la Calle de presentar su candidatura por firmas. Aseguran que se trata de un engaño, que los políticos no pueden convocar al constituyente primario porque ya tienen partido. Pareciera que las firmas estuvieran limitadas a los llamados “outsiders” en su mayoría calificados así por su peinado, estilo de vestir o de hablar en público y no por su desempeño, bastante más parecido a la politiquería que a la nueva política.
La vara con la que castigan a De la Calle se vuelve bien larga para medir la actitud de Sergio Fajardo quien después de 18 años de hacer política (ya casi ajusta para la jubilación) insiste en no ser político.
Fajardo estuvo en el Partido Verde, en la Alianza Social Indígena y después en la ASI, cuando se transformó en Alianza Social Independiente.
Pasó por cargos públicos acupado por los partidos políticos y saltando entre firmas y avales, de acuerdo con la conveniencia, porque si algo queda claro en la carrera política de Fajardo es que “la política es dinámica” y sus posturas también.
Su movimiento Compromiso Ciudadano intentó convertirse en partido político sin éxito, pero le ha servido como garaje para aparcarse mientras pasa el bus de otro partido que lo avale.
Recoge firmas, se presenta y renuncia. Recoge firmas, se avala por otro partido y termina en el cargo asegurando que lo eligió la gente y dando la espalda al llamado “mundo político” del cual denigra.
Y si no, pregúntenles a los indígenas de Medellín, cómo les fue con Fajardo, su candidato.