Kennedy: hilos invisibles de un crimen que aún puede ser resuelto

Kennedy: hilos invisibles de un crimen que aún puede ser resuelto

Un día como hoy asesinaron a disparos al presidente de Estados Unidos John F. Kennedy. 53 años después el caso no se ha podido esclarecer

Por: Eric Palacino Zamora.
noviembre 22, 2016
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Kennedy: hilos invisibles de un crimen que aún puede ser resuelto

Aniversario 53 del asesinato del presidente de EEUU.

Kennedy: Los hilos invisibles de un crimen que aún puede ser resuelto.

 En 2017 con la desclasificación de 40 mil documentos, se abren posibilidades para el caso que, a pesar de estar documentado en  fotografías, una película con el cuadro a cuadro del crimen y hasta  la confesión de otro presunto asesino , no se ha podido esclarecer. Se cumplen 53 años de la trágica jornada.

 

Dallas- Texas 22 de noviembre de 1963. Antes de  las 12:30 de ese medio día Abraham Zapruder, un fabricante de ropa de origen ruso encendió su cámara. La Bell & Howell empezó a rodar, a capturar cada detalle del paso de la comitiva, la sonrisa del presidente Kennedy, la elegancia de Jackie, el confort del coche presidencial, la simpatía del gobernador John Conally y su esposa hasta que se desató la confusión en la esquina de Houston y Elm street.

Zapruder permanecía inalterable documentando cada detalle. La primera bala que impacta al presidente, otra detonación, estrepito de gentes corriendo, destellos de sol sobre la limusina Lincoln, y sobre William Greer- el conductor, la reacción del gobernador Conally, su palidez tras resultar herido, la rapidez del agente Clin Hill tratando de proteger a la pareja presidencial, la parsimonia del escolta Kellerman, el proyectil que llega a la cabeza de   Kennedy, la trasformación de piel en líquidas partículas desquiciadas, el rictus de dolor, el desespero de una esposa tratando de contener el cráneo en fragmentos, de atrapar la vida de su amado, los manchones rojos que súbitamente tiñen su vestido rosa, los segundos interminables quedaban atesorados en la película de 8 milímetros, la más importante evidencia, la pieza clave de un asesinado aún por resolver.

Cuando Walter Cronkite, el legendario presentador de la CBS interrumpió la novela que se emitía por la cadena para reportar el breaking news con la noticia de la muerte del carismático presidente John Fitzgerald Kennedy apenas podía dar crédito  a la versión.

Una y otra vez durante la emisión se retiraba sus lentes y miraba el reloj de pared del estudio, quizá como señal de impotencia, una sensación que vendría para la gran nación norteamericana, tras el  episodio que pondría a prueba el carácter de sus ciudadanos, un evento que retaría a un aparato de justicia que , 53 años después del magnicidio, ha demostrado su inferioridad ante el reto de develar el trasfondo del crimen,  a pesar de contar con un acervo de pruebas y testimonios que en lugar de despegar las incógnitas, han sido utilizados como elementos de un entramado que ha  llevado a más de cinco décadas de impunidad.

 

Las pruebas técnicas frente a   rebuscadas interpretaciones

La  sucesión de eventos contradictorios como  la ausencia de básicos principios de cadena de custodia, en las 24 horas siguientes al crimen,  la manifiesta vocación de privilegiar  las pruebas que respaldaban la tesis de un Lee Harvey Oswald como autor solitario del  crimen, terminaron por  oscurecer otras líneas de indagación . Ante cualquier nueva fotografía, testimonio,  o grabación de  gran solidez como recursos de investigación criminal aparecieron interpretaciones, tecnicismos y elucubraciones encaminadas a deslegitimar otras formulaciones para resolver el magnicidio.

Ante cada tesis una antítesis ha sido la constante durante más de medio siglo y sería el modelo legítimo si habláramos de una objetiva presentación de piezas procesales, pero más allá, se advierten como elementos distractores, concebidos al parecer como una operación de inteligencia orientada al encubrimiento, a generar una percepción de confusión, una deformación de los hechos, una extralimitación del precepto legalista norteamericano de duda razonable.

No obstante la evidente decisión de algunos sectores por mantener la confusión , los  más de cincuenta libros escritos por periodistas, investigadores independientes, las versiones de  criminalistas e incluso testigos de excepción, las fotografías  y grabaciones que con los años han sido desclasificados del expediente,  van configurando en la siquis de los norteamericanos un estado de aceptación frente a  explicaciones diferentes al publicitado y conveniente señalamiento al solitario Lee Oswald, eje central de las conclusiones de la investigación Warren presentado en 1964.

Un antecedente, gravitante por su carácter oficial y datado en 1979, fue el informe del Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos. Este organismo especial, creado en los Estados Unidos para investigar el crimen del presidente demócrata, consideró entre sus conclusiones relevantes la probabilidad de dos tiradores y la ejecución del homicidio como parte de una conspiración.

Con la admisión del segundo tirador, se desvirtúa la teoría de la “Bala Mágica”, soportada por la investigación Warren en tanto un solo proyectil, encontrado en la camilla de John Conally habría causado la herida en el cuello del presidente, e impactado el pecho, la muñeca y el muslo del gobernador, quien incluso, en 1989   llegó a confesar ante Doug Thompsom, que no creía en la responsabilidad de Lee Oswald como autor de los disparos.

En esta línea siguieron la teoría de un cuarto disparo en concordancia con la presencia del segundo tirador, tal y como lo advirtiera, apenas un año después del crimen, el fiscal Jim Garrisom , versión que con acierto fue llevada al cine por Oliver Stone. Además de los aportes de la   exitosa película de 1993 y de trabajos como el de Philiipp Shenon JFK Caso Abierto, o la investigación del ex fiscal de los Estados Unidos Vincent Bugliosi titulada: Reclaiming History: The Assassination of President John F. Kennedy"

Posibilidades reales de hallar la verdad

La espera de las conclusiones de la comisión ARRB, la liberación, en 2017 de más de 40.000 documentos clasificados que están relacionados con el crimen, quizá puedan allanar el camino para que se pueda advertir quienes dieron las órdenes, para desmitificar o confirmar la versión del exagente de la CIA Howard Hunt quien confesó en sus días finales hacer parte de un complot del más alto nivel estatal,   que comprometería al propio Lyndon B. Johnson como determinador y al francés Lucien Sarti como perpetrador instancias del mafioso Carlos Marcello, teoría que es recogida también por Stephen Rivele, en su trabajo: Kennedy, la Conspiración de la Mafia, publicado en 1998.

Solo al amparo de la investigación objetiva y un enfoque probatorio sustentado por la balística, la acústica y por supuesto el análisis juicioso de documentos y testimonios se podrá encontrar la claridad en una investigación plagada de relatos sorprendentes   como la intervención grabada de 1996 por parte de James Earl Files, el exmilitar que “confesó” ser el único responsable de los disparos en la plaza Dealey de Dallas.

El estudio de las piezas documentales que deberían ser desclasificadas el año venidero permitirán, en resumen, profundizar y buscar el desenlace desde la investigación criminal , del episodio sobre el cual han escrito la viuda de Kennedy (conversaciones históricas sobre mi vida con John F. Kennedy-1964) , la esposa del gobernador Conally, Nellie Connally ( Hora final con John F. Kennedy 2003), Jerry Blaine, miembro de la seguridad de Kennedy con la periodista de Lisa McCubbin y con testimonios del Clint Hill, el agente que saltó desde la parte trasera de la limosina ( La escolta de Kennedy- 2010), así como el testimonio de la esposa de June Kellerman esposa del agente Roy Kellerman- recogido por el investigador Vince Palamara en su libro (Culpa del Superviviente; El servicio Secreto y la falta de protección del presidente- 2006)

El acervo de elementos recogidos en estas publicaciones se integran en un nuevo paradigma de investigación que deja por tierra las conclusiones de la Comisión Warren, y se suman al  complejo universo de datos que se  cruzan  para admitir  nuevas interpretaciones, que quizá después de tantos años, permitan derrumbar la premisa en cuanto el del Kennedy fue el crimen perfectamente encubierto.

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