Los problemas estructurales de Venezuela son una repetición de la historia de muchos países de América Latina, incluida Colombia, que se pueden resumir en: una clase política corrupta, ambiciosa y preocupada exclusivamente por sus negocios particulares, azuzados por los intereses corporativos de grandes potencias, especialmente por Estados Unidos. En consecuencia, fueron incapaces de aprovechar su vasta riqueza natural para crear una economía próspera, diversificada y sostenible, con la cual resolver los problemas sociales.
Esto no es un misterio, el propio presidente Nicolás Maduro lo reconoció en julio de 2018, en el Congreso del PSUV: “los modelos productivos que hasta ahora hemos ensayado han fracasado, y la responsabilidad es nuestra, es mía”. De hecho, la mayor parte de la región ha fracasado en este punto, que para el caso venezolano tiene el componente adicional de que es el país con la mayor reserva petrolera del mundo (300.000 millones de barriles), según la Administración de Información Energética de Estados Unidos.
En este escenario, el presidente Iván Duque ha dado un manejo irresponsable a la crisis de Venezuela, poniéndose del lado abyectamente de los propósitos económicos y políticos de Estados Unidos. Es cierto que los problemas del país vecino afectan a Colombia, principalmente en el campo comercial. Colombia ha pasado de tener un superávit comercial de USD 4.930 millones en 2008 a USD 230 millones en 2018. Además de la situación propia de Venezuela, esto ha sido provocado también por el rompimiento de este país con la CAN en 2011, tras la firma del TLC entre Colombia y Estados Unidos.
No es cierto que la tasa de desempleo actual actual (9,7%)
sea consecuencia de las migraciones,
porque en 2008 fue de 11,3 %, sin migración venezolana
La migración venezolana no puede, bajo ninguna circunstancia, animar reacciones xenófobas. La riqueza que ha creado la humanidad no hubiera sido posible sin las múltiples migraciones. Ninguna nación se ha desarrollado en el ostracismo y lo que debe hacer Colombia es promover las políticas públicas necesarias para garantizar la empleabilidad de esa mano de obra en edad productiva que está llegando al país. Además, las estadísticas demuestran que no es cierto que la tasa de desempleo actual (9,7 %) sea consecuencia de las migraciones, porque en 2008 fue de 11,3 %, sin migración venezolana. Tampoco se puede olvidar que hay más de cinco millones de colombianos en el extranjero, que de estar en Colombia sin trabajo llevarían la tasa de desempleo a casi 30 %.
En este punto, lo que ha fracasado de este lado de la frontera es la eficiencia en la creación de riqueza y de oferta exportable, porque lo que se perdió en comercio con Venezuela no ha sido reemplazado por ningún otro mercado. Lo más sensato que puede hacer Colombia es no intervenir, a pesar de las fantásticas preocupaciones de la clase dirigente colombiana, que nunca han demostrado por su propio país. El problema de Venezuela lo deben resolver los venezolanos y la comunidad internacional lo único que debe hacer es solidarizarse con los esfuerzos de cambio que realice esa población. No olvidemos que ninguna intervención estadounidense, en las decenas de países que ha invadido, tiene propósitos nobles.
Twitter: @mariovalencia01
