Desde que puedo ejercer mi derecho constitucional al voto he tratado de equivocarme lo menos posible. A pesar de que a veces me he visto a gatas para lo de la hamburguesa del domingo, jamás le he vendido mi voto a nadie. Y no sé si tenga cara de incorruptible, o de tramposo, pero juro que a mi nadie jamás me ha ofrecido 20 o 50 lucas por votar por Fulano o Sultano, por eso es que a veces pienso que lo de la compra de votos es un mito urbano. Así es que yo siempre he votado, en las elecciones presidenciales, a conciencia.
A conciencia, pero no siempre por el candidato de mi predilección. En 1994, a falta de mejores opciones, me incliné por Antonio Navarro, a pesar de que no entendía un carajo cuando el hombre pronunciaba un discurso. En 1998, los candidatos eran Andrés Pastrana, Horacio Serpa y Nohemí Sanín, es decir, nadie que valiera la pena: voté en blanco. En 2002, por supuesto, sufragué por el doctor Carlos Gaviria. En 2006 y 2010 voté por Antanas Mockus, y en 2014 sufragué por Santos, aunque a decir verdad, yo voté fue en contra de Zurriaga.
En 2018 se llevarán a cabo, quizá, las elecciones más trascendentales de las últimas décadas. Hay mucho en juego: la implementación del proceso de paz finalizado con las Farc, la firma del acuerdo final con el ELN, la seguridad, la lucha contra corrupción, la reaceleración de economía, en fin. Por eso me encantaría que llegase a la Casa de Nariño alguien que nos ofrezca paz, educación, cultura, seguridad y desarrollo económico. Ese alguien, para mí, es Sergio Fajardo. Y si no es él, pues que sea Claudia López, o en menor medida, Humberto de la Calle. Petro, Robledo, Vargas Lleras, Clara López, Pinzón, Roy Barreras y demás precandidatos, no me convencen (Piedad Córdoba, Alejandro Ordóñez, Marta Lucía Ramírez o la fanática religiosa de Viviane Morales ni siquiera merecen un pensamiento mío).
Estos son mis posibles escenarios para la segunda vuelta: Sergio Fajardo vs Monigote de Uribe, voto por Fajardo; De la Calle vs Monigote de Uribe, voto De la Calle; Petro vs Monigote de Uribe, voto en blanco (que sean otros los responsables de la tragedia). Robledo vs Monigote de Uribe, voto Robledo; Vargas Lleras vs Monigote de Uribe, voto Vargas Lleras (cruzando, eso sí, los dedos).
Obvio, nunca, ni en el peor de los escenarios, yo votaría por el que diga Uribe. A eso es lo que le voy a apostar en 2018, en la segunda vuelta, si es que pasa el candidato del CD: a votar en contra del que diga Uribe.
¿Y si la segunda vuelta es entre el candidato de las Farc vs el Monigote de Uribe? Se podrá preguntar algún mal pensado. Ya tengo lista la respuesta: ese escenario no es posible ni en el sueño más optimista de los excombatientes. Las Farc solo se representan a sí mismas, por eso es que pasarán muchos años, tal vez décadas, para que ellos puedan vislumbrar la posibilidad de llegar al poder por la vía democrática. Puede que de aquí allá los colombianos los hayamos perdonado, empero si siguen obstinados en ofrecer chavismo, jamás lograrán ni una presidencia de acción comunal. Por eso es que por ese lado, estoy tranquilo. Pero como el uribismo sí es una amenaza real para la democracia y podrían tomarse de nuevo el poder para no soltarlo jamás, en 2018 yo votaré en contra del que diga Uribe. Y sin necesidad de que me ofrezcan 50 mil barras.
