Sí, el diablo haciendo hostias. Uribe, el zorro, el lobo disfrazado de cordero, el tres veces santo para sus secuaces y fieles adoradores. El príncipe de las tinieblas de la política que usó el sagrado nombre del Señor para hipnotizar a los ingenuos. El prohombre capaz de rezar un Padrenuestro y un Avemaría antes de acometer una cacería sangrienta en contra de inocentes. Ahí lo tenéis, pueblo religioso y no espiritual, pueblo de dura cerviz y contumaz en tus enfermas idolatrías. Pueblo de rodillas ante el verdugo.
Recuerda cuando interrumpía una conferencia ante los medios de comunicación, serviles y cobardes, para rezar con su voz de pillo de barrio. Y los camanduleros, y los lambeladrillos, y los que usan de frente la cruz y por detrás la espada, y los ridículos de la farándula deliraban con su oscuro mesías. Unos le tocaban el sagrado poncho y se santiguaban. Otros le besaban el zurriago de paisa tremebundo y monstruoso. Los demás le lamían las alpargatas. Los más corruptos andaban y andan con las rodilleras en sus pulcras manos.
El demonio que usó el nombre del Altísimo para sus andanzas. El que flagela a mi pueblo con hecatombes y fechorías. Y ustedes, pueblo, teniendo ojos no quieren ver, teniendo entendimiento no quieren entender, y teniendo boca para clamar justicia guardan silencio culposo ante lo innombrable de sus infamias y delitos. Ustedes, los que perseveran en tan ignominiosa idolatría son cómplices ante el exterminio de mi pueblo. Al señor de las sombras se le acabó el tiempo de la misericordia, pero ustedes están a tiempo de reconciliarse y cambiar la historia de 200 años fratricidas. Cuando este depravado y falso dios sea juzgado por sus delirios de poder, y sus seguidores despierten del sueño tenebroso de la violencia, cesará la horrible noche y saldrá un sol de esperanza para Colombia. Amén.
