Hay nombres y personajes paradigmáticos, representativos de virtudes o vicios, cuya sola mención los identifica con aquellas o estos. Generalmente salidos de la literatura o la historia son tan conocidos, que no dan pretexto al engaño. Así, un Quijote es un caballero idealista, un Dimas es un buen ladrón, Robin Hood un paladín de los pobres. Como también encontramos a Tartufo, imagen de la hipocresía, la Celestina paradigma de alcahuetes, Cantinflas o el hablador de paja, para mencionar también tres de los del otro lado.
La gran noticia es que a partir del viernes 19 hay un nuevo paradigma o símbolo mundial, surgido en nuestra desbarrancada patria. Como “Covid-Friday” fue calificado, con acierto oportuno por la opinión internacional, el gran despelote que se armó ese día, cuando miles y miles de colombianos atiborraron y desbordaron los almacenes de grandes superficies, en plena y creciente pandemia de coronavirus. ¿Quién propició semejante estropicio patrio? Pues un “tal Iván” dicen en el extranjero, donde ni siquiera saben dónde queda Colombia, Polombia o Locombia, pero donde sí llama la atención el combinado Covid–Friday y su protagonista.
No es para menos, pues a todo el mundo le parece inconcebible el insuceso, que no suceso. Es inexplicable que se haya propiciado el despiporre, con el halago gubernamental de no cobro de impuesto a las ventas, precisamente ese día. Era una rebajona del l9% que había que aprovechar, así los grandes almacenes días antes hubieran subido los precios en ese mismo monto. Como todo un Cantinflas aprovechado de una hora de televisión diaria, el mismísimo presidente invitaba a las compras. Como un Tartufo moderno hacía gala de interés por los más necesitados, que por supuesto eran los grandes almacenes, y se olvidaba del aislamiento preventivo, subjetivo y subjuntivo como diría emulando a Cantinflas, y de su inventado confinamiento, más brutal que inteligente y que resultará inútil a la postre. Tanto bla bla pajudo, tanta pose tartufina, hipócrita, dio el resultado esperado por los almacenes que vendieron siete billones de pesos, se deshicieron de mercancías sin salida, se embolsicaran el l9% del IVA y los aportes a la campaña presidencial se recuperaron triplicados. La Celestina alcahuete había cumplido su tarea. Entre tanto, los compradores borregos podrán ver en las grandes pantallas de televisión que seguramente también adquirieron el coronavirus.
Pues sí señor, en el extranjero tienen razón de hablar de un tal Iván y nosotros nos damos el lujo de acuñar un nuevo símbolo de insulsa palabrería, hipocresía y celestinaje, todo ello reunido en un taliván colombiano.
