Transición energética como aporte a la paz y al medio ambiente en Colombia

Transición energética como aporte a la paz y al medio ambiente en Colombia

La transición implica que la producción de la energía del país tenga como principal fuente las energías renovables y reduzca progresivamente la utilización de combustibles fósiles

Por: Jhoanna Cifuentes
agosto 03, 2017
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Transición energética como aporte a la paz y al medio ambiente en Colombia
Foto: argnoticias.com

Las energías renovables representan un escenario favorable en el contexto mundial a futuro que puede garantizar no solo una disponibilidad de energía constante y por ende mayor bienestar, sino aportar a la lucha frente al cambio climático, a la protección del medio ambiente y a la construcción de paz territorial en Colombia.

Son miles los territorios que por más de cincuenta años han sufrido las consecuencias de la guerra en Colombia a manos de grupos armados, quienes han dejado un saldo innumerable de muertos, desaparecidos, desplazados y enormes pérdidas económicas. Fue solo luego de cuatro años de negociaciones entre el Gobierno de Colombia y las FARC —la guerrilla más grande del país— que en el año 2016 ante la posibilidad de la firma de un acuerdo de paz con esta guerrilla, se pudo ver una luz de esperanza en medio de una guerra que parecía no tener fin.

La firma definitiva del Acuerdo de Paz con las FARC se dio el 24 de noviembre del 2016, confirmando el compromiso de esta guerrilla de dejar sus armas y tener la oportunidad de incursionar en el escenario político. El desarme, desmovilización y posterior concentración de los guerrilleros de las FARC en zonas especiales (llamadas Zonas Veredales Transitorias de Normalización – ZVTN) ha permitido el acceso a zonas apartadas del país que sufrieron el abandono del Estado durante los años de ocupación por estos grupos armados, pero también, ha permitido llegar a aquellas zonas que mantuvieron preservados sus ecosistemas por el control que este grupo guerrillero ejercía sobre el territorio.

Desde un punto de vista favorable, se podría decir que ahora el país tiene la oportunidad de recuperar el control sobre estas zonas, impulsar el desarrollo de las comunidades que habitan en estos lugares y por supuesto, explorar estos territorios y su riqueza ambiental hasta hace poco tiempo desconocida para muchos. Sin embargo, también se antepone un gran desafío que es el de resguardar estos territorios de otros actores que amenazan con generar conflictos sociales y ambientales, vinculados con el aumento de actividades que atentan contra el medio ambiente y las comunidades.

Pero se preguntarán ¿qué tiene que ver el anterior panorama con la generación energética en el país? o más bien, ¿cómo la transición energética puede aportar a la construcción de paz y la protección del medio ambiente en estos territorios?

La transición energética implica que la producción de la energía del país tenga como principal fuente las energías renovables y reduzca progresivamente la utilización de combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas natural, además de aumentar la eficiencia energética.

El potencial de impulso de la transición energética a nivel mundial, regional y local, se puede ver reflejado en los siguientes datos:

A nivel mundial:

  • La transformación de la energía ayuda a mitigar el cambio climático, incrementa el acceso a la energía y contribuye al cumplimiento de los objetivos mundiales de desarrollo sostenible (CMNUCC, 2015).
  • Las energías renovables son ahora la fuente más competitiva en costos de energía en muchas partes del mundo pues se espera que los costos de la electricidad de estas fuentes sigan una tendencia a la baja, superando a los combustibles fósiles en un periodo de 10 años (REN21, 2016).
  • Las energías renovables provenientes del viento, el agua y el sol, en vez de los combustibles fósiles, servirán para derribar las barreras que impiden a las comunidades acceder a la electricidad (REN21, 2016).
  • Para el año 2050, podríamos obtener toda la energía de fuentes renovables, proporcionando energía más costo-efectiva que la de otras fuentes y accesible para todo el mundo (WWF, 2011).
  • Las fuentes de combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas, son recursos naturales finitos y los estamos agotando a un ritmo acelerado. En el caso del gas y el petróleo, la producción de las reservas conocidas caerá entre un 40% y un 60% para el 2030 (IEA, 2015).

A nivel regional:

  • Los países ubicados en la zona tropical son los que más potencial poseen frente a la generación de energías renovables por ventajas como: mayor cantidad de horas de luz solar recibida durante el día (potencial solar), gran cantidad de vegetación (potencial en biomasa) y variedad de cuerpos de agua (potencial hidráulico y mareomotriz), además de un potencial importante para la energía eólica (viento)
  • A pesar de que América Latina usa más energía renovable que cualquier otra región del mundo, enfrenta retos para generar la electricidad que necesita sin perjudicar al medio ambiente (BID, 2013).

A nivel nacional:

  • En 2015, se estimó que la vida de las reservas de petróleo alcanzaría para 5,5 años y las de gas para 11,17 años (MINMINAS y ANH, 2015)
  • Colombia tiene un potencial mareomotriz estimado en los 3000 Km de costas  de 30 GW, un gran potencial eólico en la zona norte del país (especialmente la Alta Guajira) y un potencial solar que se podría generar en mayor escala en las zonas del Magdalena, La Guajira, San Andrés y Providencia (UPME, 2013).

Así que la respuesta que se propone es que gran parte de los territorios y comunidades más afectados por la guerra podrían ver el uso de energías renovables, por un lado, como una manera de disminuir el impacto socioambiental que generan actividades como la deforestación, la minería y la incursión de grandes proyectos de infraestructura, que en gran medida se relacionan con la producción de fuentes convencionales de energía como el carbón, el petróleo y el gas natural, y por otro, como una forma de acceder a la energía para impulsar su desarrollo local, lo cual se soporta en los siguientes planteamientos.

Los combustibles fósiles y el compromiso frente al cambio climático

Según el Panel de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) la extracción, transformación y consumo de los combustibles fósiles produce casi el 75% de las emisiones del dióxido de carbono (CO2) a nivel mundial, que es el principal gas de efecto invernadero responsable del aumento de la temperatura terrestre, una de las consecuencias más conocidas del cambio climático.

Si bien Colombia solo es responsable del 0.46% de las emisiones globales de CO2, según un informe de la UPME es considerado el país con mayores reservas de carbón en América Latina y el sexto exportador de carbón del mundo, además de estar entre los 25 países más productores de petróleo que lo posiciona de cuarto en América Latina lo que lo convierte en un gran generador de aportes indirectos a las emisiones globales.

Sin embargo, nuestro país en el 2015 se comprometió junto a más de 190 naciones a contribuir a  la nueva agenda de desarrollo sostenible  representada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y mediante la firma del Acuerdo de París, a combatir el cambio climático e impulsar medidas e inversiones para un futuro bajo en emisiones de carbono, resiliente y sostenible, enfocado en un objetivo principal de mantener el aumento de la temperatura en este siglo hasta muy por debajo de los 2 grados centígrados, e impulsar esfuerzos para limitarlo incluso por debajo de 1,5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales.

Los compromisos nacionales en torno a este acuerdo climático implican la reducción del 20% de sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) con respecto a las emisiones proyectadas para el año 2030, con una posibilidad de aumentar su ambición a un 30% si recibe apoyo internacional, que podría ver representada gran  parte de la disminución de sus emisiones, en su transición hacia las renovables.

La producción de energía, la protección del medio ambiente y los conflictos ambientales.

Si bien es cierto que el conflicto armado ha contribuido a la destrucción de ecosistemas, reflejado por ejemplo en atentados a oleoductos que han contaminado fuentes hídricas, entre muchos otros; también ha limitado actividades para la generación de energía, como la extracción de madera, carbón, gas natural, petróleo y la construcción de grandes hidroeléctricas en varias áreas rurales y de difícil acceso, muchas de ellas caracterizadas por una alta biodiversidad.

Las actividades de exploración y extracción de carbón, petroleo y gas natural, han producido daños a las fuentes hídricas, afectación de ecosistemas estratégicos como los páramos, deforestación (a la que se suma la producida por la industria maderera), adicionando además los daños provocados por técnicas controversiales como el fracking que ya están impactando en Colombia.

Con respecto a la construcción de hidroeléctricas, se puede indicar que la matriz energética de nuestro país se basa principalmente en este tipo de energía (más del 70%) gracias a la riqueza en fuentes de agua que poseemos. Sin embargo, a pesar de que este porcentaje representa un número importante de la generación de electricidad, también se relaciona con los proyectos de infraestructura que más impactos sociales y ambientales han provocado (Vea: hidroeléctrica del Quimbo es un desastre ambiental y económicoAfectados por la hidroeléctrica de Ituango).

Además, muchas veces  las comunidades terminan siendo amenazadas e incluso asesinadas por defender su territorio frente a cualquiera de las actividades antes mencionadas, lo cual se ve reflejado en que somos el segundo país con el mayor número de líderes ambientales asesinados, después de Brasil.

Por estas razones, se requiere que tengamos en cuenta otras fuentes de energía que no generen tales impactos en las comunidades, pensando en por ejemplo,  el potencial eólico y solar que posee nuestro territorio.

Energías renovables en territorios apartados y afectados por la guerra

Muchos de los territorios afectados por el conflicto armado, coinciden con aquellos ubicados en zonas apartadas del país donde gran parte no cuentan con electricidad, lo cual se extrae de la comparación de los mapas del conflicto ilustrados en el informe de la Fundación Paz y Reconciliación del 2015 con los de las ‘Zonas No Interconectadas (ZNI)’ que equivalen al 52% del territorio nacional e incluyen aquellos municipios, corregimientos, localidades y caseríos que no se encuentran dentro del Sistema Interconectado Nacional (SIN) encargado de proveer la mayor parte de la electricidad en el país.

La implementación de proyectos de energización rural a partir de energías renovables en estas comunidades afectadas por el conflicto armado y sin acceso a la energía, podría verse como un medio para promover el desarrollo de sus territorios, que acompañados de estrategias que busquen el mejoramiento de su calidad de vida (programas de fortalecimiento del gobierno comunitario, economías locales, entre otros), serían también un aporte a la construcción de paz territorial. Pero si bien el llevar energías a zonas apartadas podría hacerse con fuentes convencionales, esta postura frente al uso de energías renovables no solo se enmarca en la protección del medio ambiente o en la necesidad que tiene el país de cumplir los compromisos referentes al Acuerdo de París y a los ODS, sino porque resulta mucho más costo efectivo, dadas sus características geográficas y su alejamiento de las ciudades principales.

Además, desde el punto de vista del potencial de las energías renovables en nuestro país, hoy se reconocen algunas regiones que cuentan con un recurso solar y eólico privilegiado, por lo que la introducción de proyectos con estas energías constituye una oportunidad para alcanzar un desarrollo energético sustentable y para llevar electricidad y desarrollo a las zonas apartadas, no interconectadas, que además han sufrido el abandono del Estado como consecuencia del conflicto armado. Ello ayudaría también a diversificar la matriz energética de nuestro país, incorporando las energías limpias y los temas de eficiencia energética a nivel local, además de fomentar la entrada de nuevos actores a competir en la industria de la energía.

Un panorama lleno de oportunidades

En general, se puede indicar que a pesar de las dificultades y dinámicas que puedan surgir en el posconflicto, se presenta un panorama que da la oportunidad para que múltiples actores (incluido el Gobierno Nacional) trabajen mancomunadamente para entregar energía y desarrollo a estas regiones que sufrieron el abandono por más de cincuenta años.

Además, que sea un estímulo para impulsar el uso de aquellas fuentes de energía renovable que garanticen el menor impacto posible en las comunidades y territorios, aprovechando el potencial que tiene el país y el escenario favorable que representan las energías renovables en el contexto mundial a futuro, garantizando no solo una disponibilidad de energía constante y por ende mayor bienestar, sino aportando a la lucha frente al cambio climático, a la protección del medio ambiente y a la construcción de paz territorial.

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