La vida laboral en nuestros pintorescos países de América Latina culmina a los treinta y cinco años. Por supuesto, después de esa edad y hasta el día de tu fallecimiento eres un inútil en el primoroso ámbito del empleo de nuestras amadas repúblicas bananeras. Pasar una hoja de vida por cualquier medio digital de una vez, y gracias a complejos algoritmos, es una aventura que termina en la papelera de reciclaje de las organizaciones que, aunque nos venden sus productos/servicios sin preguntarnos la edad, si nos dejan a un lado cuando nos postulamos a cualquier empleo dentro de esas mismas organizaciones.
Efectivamente, eres un gran cliente para cualquier empresa de telefonía móvil o servicios de internet hogar, pero no eres elegible para un cargo en ninguna de ellas, pues ya eres parte de la “desechable” tercera edad; te venden gaseosas, pero no te toman en cuenta para una dulce oportunidad laboral; eres un target del mercado para cualquier hiperalmacén de cadena, pero eres, al mismo tiempo, un apestado para tomar en cuenta tu curriculum vitae. El mundo es de los “jóvenes”, pero después de los treinta y cinco comienzas a ser un trasto viejo que, posiblemente, ya no tiene vida en el mundo del desarrollo laboral o profesional.
Pero, aun peor, si eres joven y sin experiencia, entonces te quedan dos opciones, trabajar con contratos “basura” o deambular suplicante que te permitan adquirir esa experiencia en medio de dudosas condiciones laborales o en ambientes de trabajo tóxicos o mal remunerados; porque esa es la otra cara de la moneda. ¿Joven y sin experiencia? A la papelera de reciclaje. ¿Viejo y con experiencia? No, qué va, ese viene con vicios y está caduco, también a la papelera de reciclaje.
No solo eso, si tu nivel de estudio no se compadece con el requerido por la empresa, también el rígido, lógico y matemático algoritmo informático te desecha de una vez y, gracias a esos filtros virtuales, también terminas en el limbo profesional.
Desempleo, inconformidad, personas desechables después de cierta edad, limitaciones por estudio, experiencia; una sesgada discriminación digital en las páginas filtro de empleo, un país donde un senador si puede acceder a ese puesto (de elección popular) cuando tiene una edad que para muchas personas es un sambenito que lo aleja de su deseo de ser útil en el mundo del trabajo, es un sinsentido total.
La discriminación por edad para el trabajo existe en nuestras naciones, la exclusión por experiencia reina en todas las empresas, el desprecio generado por los filtros de los sistemas informáticos de las páginas web donde se deben alojar los datos de los postulantes a las ofertas laborales es una realidad que golpea diariamente a aquellos que desean con todo su corazón emplearse en medio de una crisis mundial que, de no matarnos con un virus de dudosa procedencia, terminará matándonos de tristeza, miseria y sentimiento total de inutilidad.
Muchos no deseamos apelar a los subsidios o a las ayudas del Estado, solo, simplemente, deseamos ser útiles en nuestros respectivos campos de acción. Pero el mundo funciona de esta manera; la juventud sin experiencia es una carga, la experiencia sin juventud es una tragedia y el deseo de trabajar, de aportar lo mejor de cada uno de nosotros frente a cualquier reto laboral se diluye lentamente ante un mercado del empleo que se rige por normas difíciles de entender para aquellos que día tras día exponemos nuestra hoja de vida pensando que, tal vez, acertemos en esa lotería infinita de conseguir un empleo.
