Ahora que ya no tienen por presidente a un afroamericano, sino a un blanco, rubio, que ha soliviantado a sus electores con el lema “America for the americans”, los norteamericanos que se autodenominan "supremacistas" no encuentran impedimento político ni moral para exigir que los no-blancos se vayan del país; en días pasados, escogieron un pueblo del Estado de Virginia para manifestarse. “They took our jobs”, arengaban, refiriéndose con tono de reproche al gran número de migrantes que ha llegado desde diferentes partes del mundo, especialmente desde América Latina, Asia y África.
En medio de su confusión, esgrimían el dogma de la “supremacía racial” para protestar por asuntos que solo tienen que ver con la raza de una manera tangencial. Pero si creen que los índices de desempleo y subempleo conciernen a la presencia de no-blancos, habría que preguntarles si no hay africanos, afroamericanos, asiáticos y latinos que han puesto en marcha, durante años o décadas, la gran maquinaria industrial de Estados Unidos. Por eso, seamos claros: la protesta de estos “supremacistas” está dirigida a los no-blancos pobres.
El discurso racista podría resultar favorable para estos manifestantes solo si la xenofobia creciera hasta el punto de que, por ejemplo, las empresas contrataran exclusivamente a nativos norteamericanos, cosa que no va a suceder porque “la mano invisible” regula todo, y son los mismos empresarios nativos quienes prefieren contratar trabajadores foráneos (que hacen lo mismo, en el mismo tiempo y por menos dinero; y que son más, compiten y, para suerte del empleador, en nombre de la competencia incrementan la eficacia). De modo que estamos ante un discurso cuyo origen puede ser la rabia estéril, incongruente, la misma que fue bien aprovechada por Trump. Él, cuando estaba en campaña, mencionó la posibilidad de deportar a millones de inmigrantes (como si las clases baja y media no fueran las verdaderas artífices del progreso). Mintió. Estados Unidos no puede prescindir de los inmigrantes porque los necesita para explotarlos. Aparte, entre las causas de la migración está la falta de oportunidades que ellos, los empresarios gringos, han contribuido a recrudecer en tantos países "subdesarrollados". Han extraído los recursos naturales, han devaluado la mano de obra y han dejado secuelas perdurables en la cultura. Dicho de otro modo, han edificado su casa gracias a los mismos obreros que son objeto de su desprecio.
La situación es complicada, algo así como la suma de una potencial crisis socioeconómica y una crisis ya palpable en cuanto respecta a la ética nacional, pues ¿quiénes son los estadounidenses a la hora de exigir que no los invadan?
