Shirley ya no es lo que solía ser. El vino y un esposo de mierda le han acabado el ímpetu. Lo mejor es estar tirada en la cama, rumiando la depresión que le carcome los huesos, estar muerta en vida. Y no pensar en escribir. Hubo una época en la que todos los fantasmas se agolpaban en su puerta pero ahora los rechaza. Los 40 años, esa maldita edad. Pero los Nempser han llegado a la casa. Son un matrimonio joven, ambos aspirantes a escritores, a profesores, hasta que conocen a los Jackson y deben elegir: o ella o él serán algo. Como siempre es la mujer la que se sacrifica. Shirley juega con ellos, los manipula. Y enamora a Rose y es su musa y los fantasmas otra vez vuelven a su puerta.
Shirley Jackson es la escritora de terror más célebre de los Estados Unidos. Sus estudios sobre la casa Whinchester, una mansión cuya construcción extraviada trastocaba los sentidos y hacían levantar espectros, es el clásico The hauting house, tan célebre que se convirtió hace poco en una de las mejores series que se han estrenado en los últimos tres años en Netflix.
La página en blanco, la peor tortura para un escritor, es a lo que debe enfrentarse Shirley en este pedazo de su vida. Magistralmente interpretada por Elizabeth Moss, quien viene haciendo ya méritos para un Oscar, nos muestra el lado más asqueroso de un genio, su lado manipulador, implacable, triturador, la avalancha que acosa, que oprime que asfixia. Si bien el lado flaco de la película son el par de actores que interpretan a los Nempser, Moss está bien respaldada por Michael Stulhbarg y con una dirección firme, atrevida, asfixiante como la de Josephine Deker y la tranquilidad de ser producidos por Martin Scorsese, Shirley podría ser la primera película oscarizable en ser estrenada en el país este año.
