Para refrescar la memoria, Kaepernick es aquel jugador de fútbol americano que se arrodillaba cada vez que sonaba el himno de los Estados Unidos para protestar contras las injusticias raciales en su país. Dicha posición dividió a los estadounidenses entre aquellos que simpatizaban con su causa y aquellos que lo condenaron como un antipatriota o simplemente un son of a bitch, citando las palabras del presidente Trump.
El anuncio de Nike ha vuelto a revivir un debate que gira en torno a un ancestral ingrediente que distingue a los seres humanos de los demás seres vivientes: el uso de los símbolos. El hombre, como decía el filósofo Ernst Cassirer, no es un animal racional sino un animal simbólico. El lenguaje, el arte y la religión hacen parte de este universo del cual se desprenden muchas otras esferas.
Una de estas esferas tiene que ver con toda la simbología que ha generado el estado nacional y aquella cosa intangible y pseudo religiosa que llamamos patria. La bandera, el himno y la constitución son algunos de esos símbolos que nos llenan de amor y orgullo por la tierra que nos vio nacer. Entendida en estos términos, dicha simbología no tiene nada de malo. Parece casi inofensiva.
El problema nace cuando el símbolo se vuelve más importante que el ideal que representa y la realidad con la que comulga. El caso de Kaepernick es emblemático al respecto ya que un pedazo de tela lleno de colores y una insulsa canción llena de redobles e innumerables mentiras parecen valer mucho más que el silencioso grito de un hombre que quiere una sociedad más justa.
Para todos los críticos de Kaepernick estos fetiches patrios (la bandera y el himno) son sagrados. Hay que adorarlos incondicionalmente porque ellos representan un país, sus ideales y la sangre de quienes murieron defendiéndolos. Es precisamente esa nefasta adoración, que toca los límites del fanatismo y coquetea con lo irracional, la que les impide entender que esos mismos símbolos pueden ser usados de forma diferente para llamar la atención sobre problemas serios y reales que afectan a personas de carne y hueso.
La campaña de Nike con Kaepernick viene acompañada de la siguiente frase: “Cree en algo. Aún si significa sacrificar todo”. A expensas de su propia carrera deportiva, Colin Kaepernick ha creído en su causa optando por una simbología que redime el sufrimiento de todas las víctimas del odio racial. Por el contrario, sus acérrimos detractores creen en una simbología en donde un pedazo de tela y una melodía tonta son mucho más importantes que el sufrimiento del otro. Se trata de una simbología de ciegos y sordos que terminaron por cubrir sus ojos con banderas y sus oídos con himnos para abandonar por completo cualquier tipo de compasión.
