La solución que se plantea desde la alcaldía de Bogotá para afrontar la crisis económica más grande en la historia del país es una estrategia parecida al Plan de Recuperación Europeo (ERP), que se empezó a desarrollar en 1948. Este es mejor conocido como Plan Marshall, debido a que lo diseñó el entonces secretario de estado de EE. UU. George Marshall.
El Plan Marshall se trató de un programa público en el cual los ciudadanos estadounidenses se vieron obligados a aportar 12.000 millones de dólares, aproximadamente 95.000 millones de dólares a día de hoy, para ayudar a la recuperación económica de los países que se vieron afectados por la segunda guerra mundial.
La ayuda proveniente de EE. UU., que en total nunca superó el 5% del PIB de los países incluidos en el plan, resultó en una cantidad muy pequeña para tener un impacto financiero significativo y probablemente causó más daño que beneficio. En Alemania Occidental las políticas de EE. UU. ocasionaron una pérdida neta de recursos, porque las indemnizaciones y el costo de la ocupación de los Aliados alcanzó del 11% al 15% del PIB, superando de manera considerable el castigo a la ayuda económica.
Adicionalmente, en Alemania Occidental, la recuperación económica comenzó antes de que comenzara a fluir la ayuda. De hecho, coincidió con la eliminación de una extensa cantidad de restricciones que la Comisión de Control de los Aliados había fijado sobre el comercio, la producción, los precios, y la distribución.
Prácticamente en todos los países anteriormente controlados por el nazismo, el crecimiento no se reanudó hasta que estos severos sistemas de control económico fueron abolidos. El milagro económico alemán empezó con un programa radical de privatización y desregulación de la economía implementado a partir de 1948. Este acabó con los controles regulativos y el complejo sistema fiscal impuesto por Hitler y sus nacionalsocialistas.
La ayuda del Plan Marshall permitió a otros países mantener políticas que de otra manera hubieran sido insostenibles. Como consecuencia Austria, Grecia y otros grandes beneficiarios a nivel per cápita de los fondos estadounidenses comenzaron su recuperación a medida que la ayuda disminuyó. Gran Bretaña, el mayor beneficiario de la ayuda estadounidense, tuvo la tasa más lenta de recuperación europea en la era de la posguerra
A principios de la década de los 50, contrario a los casos mencionados, Hong Kong se reconstruyó con mínima intromisión gubernamental, lo cual generó un rápido desarrollo económico y un nivel de vida en constante aumento. Japón también experimentó un gran éxito, gracias a una falta relativa de interferencia del gobierno. Bajos impuestos y altas tasas de ahorro se tradujeron en un fuerte crecimiento económico en la posguerra. De nuevo, la ayuda y las intervenciones exteriores fueron demasiado pequeñas como para atribuirles este resultado, por lo que Japón no necesitó una intervención masiva para recuperarse
En el caso de Bogotá, su PIB es de 105.000 millones de dólares y el cupo de endeudamiento planteado para suministrar la ayuda es de 10,79 billones de pesos, menos del 5 % de la producción de la ciudad. Con un sector privado debilitado se necesita aliviar la carga tributaria, no interferir en la economía endeudando a los capitalinos contra su voluntad.
La fama de este programa yace en la correlación entre el crecimiento económico y la ayuda recibida, pero una correlación no evidencia causalidad en los datos. El retorno a las economías de mercado, la eliminación de regulaciones y controles de precios que había traído la guerra fueron los causantes del crecimiento económico europeo. El Plan Marshall es todavía el programa de ayuda más venerado en la historia, pero Europa se recuperó a pesar de la ayuda, no gracias a esta.
Recordando que el principal problema que afronta la ciencia económica es que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas, hay que buscar la manera más eficiente de aprovechar estos tan escasos y deseados recursos. Por ejemplo, un emprendedor, que mediante un crédito inicia una empresa y realiza una mala asignación de los recursos de la misma, puede hacer que se vean afectados los ingresos o el patrimonio; lo que lo obligaría a reasignar sus recursos o incurrir en quebrantos, sin embargo, el dueño será responsable por la mala toma de sus decisiones. En el sector público quienes se hacen responsables por la mala toma de decisiones son los contribuyentes, quienes poco o nada tuvieron que ver con esa iniciativa o que probablemente no se vean beneficiados. Ellos tendrán que pagar con sus ingresos y patrimonios.
