En mi humilde opinión ya son 25 años desde que el Meta y el Guaviare pagan diariamente por la ambición desfondada de un empresario que solo piensa con su bolsillo. Fue en 1994 cuando el gobierno de Gaviria le concedió a la licitación de la nueva vía entre Bogotá y los Llanos Orientales para la dinamizar el transporte de petróleo a Coviandes, cuyo dueño siempre ha sido Luis Carlos Sarmiento Angulo, o el “intocable” como le dicen desde entonces.
#VIDEO ¡Alarmante! Momento en que parte de la montaña cae en la vía al Llano. Habitantes del sector dicen estar acostumbrados a escuchar movimientos de tierra desde la parte alta de la montaña. Detalles → https://t.co/avZ6ysJDIh pic.twitter.com/jKabid78Jt
— BluRadio Colombia (@BluRadioCo) June 14, 2019
La falta de realización de estudios de suelos previos a la construcción de corredor hizo que la construcción del corredor que tenía previsto realizarse en 5 años se haya tomado los 25 que han transcurrido desde que comenzó la obra. También, que haya costado 160 veces más del presupuesto inicial aprobado y que, al menos, 9 personas hayan perdido la vida por errores técnicos de la constructora. Todo este desastre contrastando con la valorización de más del doble en las acciones de Corficolombiana y el Grupo Aval, otros tentáculos financieros de Sarmiento.
#VIDEO @BluRadioCo llegó hasta el puente de Caño Seco, en Guayabetal, donde se aprecia el constante movimiento de la montaña, a la altura del kilómetro 58. Habitantes del sector se pronuncian #MañanasBLU pic.twitter.com/1mWLN6QDw1
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El interés de Sarmiento por dicha licitación, aparte del económico por los inmensos contratos públicos, fue el supuesto arraigo por la zona de Llanos, la cual conoce de primera mano por sus fincas que desde hace años frecuenta. Pero los permanentes cierres en la vía no fueron un obstáculo para que el magnate viajara todos los fines de semana con sus aviones privados mientras los transportistas podían durar meses por los errores de su empresa.
Villavicencio no tiene transporte y por eso está muriendo. Si las cosas siguen así, no pasarán décadas antes de que la geografía se vaya comiendo una ciudad entera y borre todo el rastro de un pueblo.
