Retorno presencial a las universidades: desastre biológico anticipado

Retorno presencial a las universidades: desastre biológico anticipado

Todas las universidad a presencialidad. semejante pretensión no es sinónimo de unas condiciones de bioseguridad que estén garantizadas. Varias razones

Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
febrero 07, 2022
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Retorno presencial a las universidades: desastre biológico anticipado
Foto: Leonel Cordero

Desde meses atrás, existe toda una obsesión enfermiza por retornar a las actividades presenciales en las universidades por aquí, por allá y por acullá, como si pudiese hablarse de un período pospandemia en medio de una pandemia que dista en mucho de estar bajo control, menos aún en los muy atrasados económica, tecnológica y científicamente países latinoamericanos.

Es decir, se añora la normalidad de otrora as usual. Al momento de escribir estas líneas, muchas universidades lo han hecho desde el pasado mes de enero. En particular, la Sede Medellín de la Universidad Nacional de Colombia lo hará a comienzos de marzo con un aforo inaudito del 100 % en las aulas.

Empero, semejante pretensión demencial no es sinónimo de unas condiciones de bioseguridad que estén garantizadas. Veamos por qué.

En primera instancia, el transporte público constituye todo un talón de Aquiles, el eslabón más débil de la cadena de bioseguridad. Sirva de ejemplo el caso de una alumna mía recién contagiada por Covid a causa del uso un tipo inadecuado de tapabocas, uno quirúrgico, el cual, ni de lejos, está clasificado como equipo de protección individual (EPI) al no ser una mascarilla de tipo respiratorio como lo son las de los tipos N95, KN95, FFP2 y KF94.

Por supuesto, esta muchacha suele viajar en bus y metro con motivo de sus actividades laborales y otras. Más aún, cabe temer que muchos estudiantes, incluso profesores y personal burocrático universitario, usan mascarillas quirúrgicas o de tela, cuya protección, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, es del 44%, y eso que con un distanciamiento de dos metros, mientras que la de un tapabocas N95 es justo del 95%.

Qué no decir por aquí con universidades que pretenden retornar a la presencialidad con aforos del 100% y un distanciamiento ridículo de apenas... un metro. Sencillamente, el desastre biológico está más que servido. Más aún, no parecen haber muestras decididas para proveer a la población universitaria con tapabocas de tipo respiratorio como los señalados líneas más arriba, más caros y difíciles de conseguir.

En segundo lugar, como si no bastase conque esta pandemia no tiene chance de quedar bajo un control estricto merced al paso pretendido hacia una fase endémica, también llamada de gripalización, cabe temer, de acuerdo con lo advertido por el notable ecólogo brasileño Leonardo Boff, que, por obra y gracia del cambio climático, quedarán liberadas plagas temibles del pasado remoto que han dormido durante miles y miles de años bajo las zonas heladas.

Pero, por desgracia, el permafrost, o permahielo, está desapareciendo por todo el mundo. Así las cosas, se ven venir otras pandemias, cuyas consecuencias serán desastrosas dada la inconsciencia que estamos viendo en la actualidad a fuer de la añoranza por volver a una normalidad as usual. Naturalmente, el mundo universitario también está afectado por esta actitud insensata a más no poder, expresión misma del síndrome del Titanic.

En tercer lugar, al pasar revista a las cifras de vacunación en Colombia, las mismas no suelen impresionar de manera positiva. Botón de muestra, la ciudad de Medellín pasa de una escasez a la siguiente en lo que concierne a la disponibilidad de vacunas, incluidas las de dosis de refuerzo.

Da grima ver como, en los tres o cuatro meses que han transcurrido desde que iniciaron la vacunación de tercera dosis en dicha ciudad, apenas han recibido la misma unas 430.000 personas. Empero, el área metropolitana respectiva cuenta con unos cuatro millones de habitantes.

Es una situación que adquiere un carácter tragicómico por el cierre de numeroso centros de salud y otras instalaciones en calidad de puntos de vacunación, un panorama aún más dantesco con motivo de los incumplimientos para el pago de salarios al personal del área de la salud.

En contextos más particulares, como el de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, ni siquiera cabe hablar de programas o campañas organizadas o disciplinadas en materia de vacunación de la población universitaria, lo que incluye la crisis del correspondiente servicio de salud, Unisalud, por lo que cada cual ha tenido que arreglárselas como pueda para bregar a conseguir una dosis y otra de vacuna anticovid, es una situación de "sálvese quien pueda".

Desde luego, éstas son cosas del subdesarrollo, de una economía y academia enanas y microcefálicas, lo cual no es óbice para que el mundo universitario intensifique su cacareo huero en materia de indicadores carentes de enjundia.

En cuarto lugar, no es menester pensarlo mucho para reparar en que la idea de volver  a la presencialidad tiene como motivo principal la reactivación económica, pero de una vulgar economía de vaquero al fin de cuentas, de adoradores del dios Mammón, del becerro de oro.

Incluso, ya hacen carrera expresiones tales como "más quebrado que un bar en cuarentena". En efecto, son muchos los negocitos de diverso jaez que se mueven en los mentideros universitarios: restaurantes, cafeterías, librerías, papelerías, fotocopiadoras, tiendas universitarias, chazas, etcétera. Y esto sin contar lo que se mueve en el transporte público.

De este modo, con la sola apertura de cafeterías y restaurantes, cabe temer otro fuerte factor para disparar los contagios. Hasta parece una historia de Stephen King.

En fin, tan solo esperemos a ver el transcurso de las semanas y los meses que vendrán a propósito de las cifras de contagios y muertes en las diversas poblaciones universitarias, amén de una marejada de demandas hechas por parte de docentes, estudiantes y sus familias cada vez que algún ser querido enferme o fallezca por obra y gracia de la estulticia de unos administradores carentes de sentido común, el menos común de los sentidos al final de cuentas.

En todo caso, al llegar el próximo mes de marzo, se espera que la mitad de la población mundial esté contagiada por la variante ómicron del coronavirus, bastante contagiosa como bien se sabe, lo cual implica per se el incremento en la mortalidad.

Entretanto, preguntémonos: ¿Están preparadas las administraciones universitarias para afrontar la marejada de demandas que podría sobrevenir? Como decimos en Antioquia, van a quedar debiendo hasta el caminado.

Para concluir, conviene destacar que, en las actuales circunstancias, a despecho de las limitaciones que puedan alegarse para la educación virtual, o remota, ésta se constituye en el menor de los males en comparación con las consecuencias de una pandemia que dista en mucho de llegar a su fin.

En todo caso, las cosas jamás volverán a ser como antes. La añoranza por el retorno a la normalidad de otrora tan solo denota una falta enorme de pensamiento holístico.

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