Rappi: ¿proletariado precario de la era digital?
Opinión

Rappi: ¿proletariado precario de la era digital?

La concepción de Rappi es extraordinaria, como la de algunos pares suyos, pero no sería inteligente la desconsideración con estas primeras cohortes de trabajadores de las plataformas digitales

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agosto 12, 2019
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La digital es una revolución sin reversa. Modelos de negocio patas arriba, destrucción de viejas ocupaciones, aparición de nuevos empleos. Y no sabemos lo que nos espera en términos del mercado laboral en el 2030. Hasta ahora, se supone, han sido sustituidos trabajos rutinizables. Como se sabe, agencias de viajes y periódicos tradicionales, empresas de transporte público y hoteles, han sido tan solo algunos de los sectores damnificados.

En pocos años millones de conductores, pilotos, profesionales de algunas especialidades médicas y del derecho, contadores, compositores, diseñadores, actores y guionistas serán remplazados por vía de la inteligencia artificial. No se sabe si los puestos que se creen serán superiores, en número, a los desplazados.

Los modelos de negocios se están transformando de forma vertiginosa. Los activos de las nuevas empresas del mundo digital no son los tradicionales, bienes muebles e inmuebles, cosas. Como ya nos consta a todos hace años, Airbnb carece de inversiones inmobiliarias y es la primera cadena de alojamiento en el mundo, así como Didi, Uber o Cabify carecen de vehículos en sus balances y se han convertido en gigantescas transportadoras. Plataformas que unen oferta con demanda a través de un par de clics, de manera ubicua, es decir dónde, cómo y cuándo se desee. Sin mencionar Amazon, Alibaba y miles de aplicaciones para adquirir los más variados bienes y servicios. Una revolución.

Estamos lejos en Colombia de la inmensa variedad de aplicaciones disponibles en California o en Nueva York para satisfacer diversas necesidades de decenas de millones de consumidores de una clase media con relativo poder adquisitivo. No obstante, ya contamos con algunas muestras, inimaginables hace unos pocos años. Algunas, resultado de emprendimientos locales, otras, extensión de modelos ya existentes en economías de alto ingreso.

Mas allá de la admiración que merecen los nuevos emprendimientos locales, hay un par de observaciones que apuntan a riesgos que, pareciera, los empresarios digitales no tienen en cuenta como lo ameritan.

La concepción de Rappi es extraordinaria, sin duda, como la de algunos pares suyos. En el club de los “unicornios”, empresas jóvenes valoradas en más de US $ 1.000 millones, Rappi resulta muy atractiva para el consumidor, que puede solicitar pedidos de la más variada índole de una lista muy completa de proveedores: desde los platos para una cena, víveres, medicamentos, plata del cajero automáticao, el SOAT, en fin...

 

No hay contratos de trabajo, no están vinculados los rappitenderos formalmente.
Rappi los ve como trabajadores independientes, jefes de sí mismos.
Aportes a pensión, seguridad social, prestaciones,  no caben en el modelo

 

Por el otro lado, está la oportunidad de trabajo para miles de rappitenderos en un país que, laboralmente, castiga a los jóvenes (la tasa de desempleo abierto en jóvenes es superior al 16%). Ya se ha escrito al respecto: Rappi cuenta, a su favor, con la flexibilidad laboral llevada al extremo. No hay contratos de trabajo, no están vinculados los rappitenderos formalmente. Rappi los ve como trabajadores independientes, jefes de sí mismos, que se ganan su platica en función del tiempo que le dediquen a la plataforma. Aportes a la pensión, seguridad social, prestaciones, por definición, no caben en el modelo.

No obstante, las protestas de julio pasado enfrente de las oficinas con quema de maletas a domicilio incluidas, son heraldos de más líos por venir.

¿Ganan los tenderos digitales un dinero que no encontrarían en otras fuentes? Probablemente sí. Sin embargo, visto en perspectiva, podrían convertirse en una nueva suerte de proletariado, sin ahorros para el futuro, carente de organización, en condiciones precarias que contrastan con la geométrica valorización del negocio en sí.

No es un tema exclusivo colombiano, aunque estamos en pañales en la discusión. En Europa, el tema del estatus legal de los trabajadores de las plataformas digitales, así sean considerados "independientes" está a la orden del día desde hace varios años. Algunos países europeos han reglamentado las contribuciones de parte tanto de la empresa como de los trabajadores de las plataformas en función del tiempo que llevan activos, y otros factores (ESIP, 2017). Colombia y empresas del tipo Rappi no podrán eludir el debate.

Síntoma de la precariedad, desde otro ángulo, son las infracciones frecuentes de los rappitenderos. Cuesta trabajo entender, por ejemplo, que mientras el cliente puede ver en su dispositivo la ruta por la que transita el tendero, la empresa no invierta en controlar las peligrosas infracciones (especialmente contravías) de sus agentes, el uso de andenes, el ruido en zonas residenciales. No es asunto excepcional. Quizás, la regularidad de la irregularidad de las infracciones forme parte de las condiciones de la competencia entre rappitenderos, preocupante síntoma de precariedad, especie de revolución digital tercermundista.

La revolución digital no hará sino profundizarse y sorprendernos. Sin embargo, ya es lugar común reconocer que hubo un enorme descuido con los antiguos trabajadores desplazados por la tecnología en los 90 y lo que llevamos del siglo. Se han convertido en base importante de la xenofobia y el racismo en los Estados Unidos y en no pocos países europeos.

En el largo plazo, no sería inteligente la desconsideración con estas primeras cohortes de trabajadores de los nuevos modelos de negocios basados en las extraordinarias plataformas digitales. Es probable que haya que bajarle, con moderación, a la rentabilidad, y ofrecer una dosis de seguridad a los nuevos trabajadores, así su estatus sea el de independientes.

 

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