Que en Colombia quieran matar a alguien es el pan nuestro de cada día.
Decenas de personas, sin importar si son hombres, mujeres y niños, suman sin querer sus nombres a la lista de masacrados, asesinados, atracados o muertos en infanticidios o feminicidios que amanecen sin vida en nuestro país, a los cuales se les hace el correspondiente despliegue noticioso, se les dedican las palabras del comandante de policía de la región, se les hace una marcha y se les realizan las exequias.
¿Y qué pasó?
Nada.
Al día siguiente, otros asesinatos, otro despliegue noticioso, otras las palabras de otro comandante de otra región, otra marcha de protestas y otras exequias.
¿Y qué volvió a pasar?
Otra vez nada.
El rito macabro se cumplirá al día siguiente, y el siguiente y el siguiente, en una ceremonia de muerte que no tiene fin.
“En Colombia es fácil morir”, escribió hace muchos años German Castro Caicedo. En un país azotado inmisericordemente por la violencia, la muerte se convirtió en paisaje.
Y cuando la verdadera noticia es que un día hayan bajado, aunque sea un poco, las cifras de infanticidios, feminicidios y homicidios, algo no nos deja estar tranquilos.
Sea como sea, lo que sí es una rareza es que se descubra un plan que debía “ejecutarse a mayor brevedad posible” para que dos francotiradores uno, israelí y otro ruso, llegaran Colombia con esa orden expresa de asesinar al presidente en funciones.
La noticia causó revuelo. Y de una u otra forma todos los medios, gremios, academia, políticos y ciudadanos rodearon al presidente.
No a Iván Duque y a su familia, sino a quien representa la voluntad popular de una persona elegida por el Estado a través de los votos, para ocupar el solio de Bolívar, como una fehaciente muestra de la continuidad de nuestra democracia e institucionalidad.
Es cierto que en Colombia muchos quieren ver muertos desde Uribe, pasando por Petro y hasta Timochenko.
Y todos los días amenazas vienen y esquemas de reforzamiento de su seguridad van.
También es cierto que han asesinado a varios candidatos presidenciales.
Al mismo Iván Duque en 2019 le quisieron hacer una invitación-encerrona a una Minga Indígena en el Cauca...
En fin, se sabe hasta el momento que el israelí y el ruso, expertos en explosivos y armas de largo alcance, no entraron a Colombia por vías legales; utilizaron guías conocedores de las regiones que por trochas permiten el acceso ilegal al territorio nacional.
En ese momento las miradas giran hacia el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, quien es manejado por un contubernio de inteligencia-terrorista rusa, cubana y iraní, y grupos terroristas, que ven en el asesinato de Duque la desestabilización del país como la oportunidad para ellos tomar acciones violentas infiltradas en el caos nacional; algo parecido a lo que hacen las disidencias "farianas" con los "elenos" en las marchas colombianas.
Y yo creo que los interesados en asesinar a Duque tienen que ver con esas sospechas de tufo izquierdista y terrorista.
No sé si ellos han calculado que matar al presidente sería un pasaporte inmediato para que el Ejército de Estados Unidos y sus aliados entren de inmediato a defender junto a nuestro Ejército Nacional y a contraatacar a los enemigos, ya no de Colombia solamente, sino de la región.
De ahí que la fuerza descomunal y el poderío militar estadounidense intervenga de inmediato. Con el consecuente riesgo de convertir a la región en el escenario de una guerra mundial.
Algo se está cocinando…
Y huele mal…
Pero en este momento, en este instante, lo que hay que hacer es capturar al israelí y al ruso, que los sabuesos gringos están olfateando y a punta de cazarlos junto al Ejército.
Y la pregunta del millón de dólares: ¿quién dio la orden?
