No tengo claro si dirigirme al alcalde de la ciudad o al equipo estilístico de la administración municipal, creería que a ambos porque ustedes visten de jeans, camiseta y trajes que no se repiten mucho. Lo cierto es que es deber estético redactar esta queja sobre el descuido en los detalles de la dotación que se le está confeccionando a los empleados públicos de ese organismo. Saben que el uniforme laboral protege y en tal sentido debe brindar seguridad y preservar legalmente al personal. El uniforme debe incentivar la productividad y para ello los portadores deben sentirse cómodos; además, debe aportar higiene, estilo y motivación, lo que quiere decir que las personas deben sentirse orgullosas de exhibir los emblemas institucionales. Pero al ver recientemente a uno de mis familiares midiéndose las prendas con las que trabajará en la alcaldía y sus dependencias me di cuenta de que nada de lo anterior se está cumpliendo y ese es el espíritu de mi rechazo como ciudadano que se duele de la mala calidad en la dotación para algunos. Sí, para esos obligados a estandarizarse en vestimenta.
El uniforme no es cualquier prenda porque refleja identidad, es en este caso específico una que no se ha de llevar por aspectos prácticos sino simbólicos, ya que permite a los funcionarios presentarse socialmente, es una lógica colectiva muy antigua; no obstante, el atuendo que están tratando de implementar producirá en los observadores resistencia, rechazo y un desacuerdo por falta de iniciativa, por la mala calidad del producto y por las faltas evidentes de diseño. No hay que ser expertos en moda para saber esto.
Con todo respeto, el uniforme es un diferenciador social, ese fue su origen en Mesopotamia 3.200 años a.C. y hoy representa el orden público a través de la ropa; lo que quiere decir que el uniforme priva de la individualidad y asegura la colectividad, establece un orden y mantiene una organización jerárquica que debería traducirse en prestigio no en burlas. Pero sepan que la sensación que produce la actual dotación genera pena y vergüenza ajena; es entendible que existan recortes presupuestales y políticas de austeridad, pero esas no son razones para contratar confección de uniformes con afinidad al mal gusto. Si personas como yo presentamos una resistencia a la uniformidad y la normalización, entiendan que la vergüenza que produce portar estas prendas ya es el colmo.
¿Acaso no toman en cuenta que esa ropa es el primer contacto visual que tiene la ciudadanía con ustedes? Es un tema de marketing y mercadotecnia que está comunicando faltas al decoro y una clara insinuación de huida de las fotos. Sabiendo que las inconformidades al interior de la administración por este motivo han sido bastantes y que es muy difícil inspirar así confianza en tanto los colaboradores no se sienten ni representados ni involucrados; se ha de significar esa dotación como un elemento desintegrador del equipo de trabajo.
Uniforme y moda hoy caminan juntos, de tal manera que la importancia del diseño no se puede desestimar. Ahora quisiera preguntar: ¿Qué dice este mal diseño de la alcaldía de la capital de Caldas?, ¿es cómodo para quienes lo portan?, ¿marca alguna tendencia que no sea negativa? Con solo revisar color, material y el tejido, uno se da cuenta del rezago en la atención laboral; como lo diría Piero: “las cosas se cuentan solas, solo hay que saber mirar”. A todas luces los uniformes de los que se está hablando son aquel reflejo de lo que vamos trasegando, de lo que se verá desde diciembre, un empobrecimiento en el servicio que no hace a Manizales + grande como lo prometieron ustedes en un comienzo.
