Han pasado catorce años, cuatro mundiales y muchas series y narconovelas criticadas pero tristemente con un alto rating y premios.
Transcurría el 2006, yo tenía diez, una edad para jugar con los amiguitos. Sin embargo, nunca me gustó jugar a cosas de niños, mi infancia fue diferente: en la mañana, colegio; en la tarde, tareas y deporte; y en la noche descansar, acostarme temprano, al menos hasta el 16 de agosto de ese año, día del estreno de Sin tetas no hay paraíso.
Diez de la noche, ese era el horario de las emisiones de los veintiséis capítulos de tan esperada e impactante serie. Mientras mi madre me decía “vaya, acuéstese, que tiene que madrugar a estudiar”, yo desatendía, prendía el televisor y ubicaba el canal tres, que era el número que le correspondía a Caracol Televisión en mi parabólica.
Empezaba el primer capítulo, pero antes un aviso de advertencia "el siguiente programa es solo para adultos", un aviso que es común en las programaciones de un horario no familiar y de contenido fuerte.
Los adultos, sin haberla visto, podían deducir que se trataba, pero uno de niño estaba a la expectativa. “Tetas”, qué palabra tan grosera para esa edad, pero tan popular y casual.
Al día siguiente, eso fue tema de conversación en el colegio. Mis compañeros y yo hablábamos de las actrices: para nosotros la diabla era la más mamacita, mientras que Catalina era un cero a la izquierda... y eso que aún éramos niños.
Mi prima Angélica, quien se desempeñaba como profesora de español en un colegio reconocido de Palmira (privado, de religiosos y gomelos), fue quien pagó los platos rotos al querer demostrar con el libro de Gustavo Bolívar en el que se basa la serie la realidad inmoral de Colombia (al querer conseguir riquezas y fama en medio de fincas, camionetas, escoltas, whiskey y narcotráfico con el oficio más antiguo del mundo: la prostitución). Sé que han pasado muchos años, pero a esa edad yo no tenía la capacidad de entender por más que fuera un fiel televidente lo que había detrás, como seguramente les pasaba a los alumnos de ella.
Ahora bien, creo que actualmente todos somos testigos de cómo las plataformas digitales son usadas cada día más para denigrar y clasificar a las mujeres con términos obscenos y machistas, demostrando el arraigado machismo que existe en Colombia. No obstante, a mí lo que me sorprende es la poca capacidad que tiene la gente para interpretar la realidad oscura de nuestro país,
Hoy en día vemos, sin ser machista, cómo una mujer que exhibe su cuerpo recibe más likes que una que una que muestra su rostro, también que la que ofrece packs obtiene muchos comentarios y seguidores. Aun así, como dice mi prima, somos un país de doble moral... Para recordar al ídolo Jaime Garzón: "Aquí se estremecen porque uno dice una grosería en televisión, pero no se estremecen cuando ven a un niño limpiando vidrios”. O para el caso de mi familiar, se estremecen por una profesora y un libro, pero no por lo que realmente pasa.
Los padres no ganaron la tutela, pero ella fue desvinculada... y la cereza en el pastel, esa obra ha sido una de la más vendidas en Colombia, tanto de manera legal como ilegal. Seamos sinceros, la realidad es una escuela, buena o mala.
