Los que venden las boletas siempre apelan a la ignorancia musical de su público. Por eso es común ver a las estrellitas de televisión y algunos directores de programas de radio ubicarse en las primeras filas, frente al grupo, creyendo ingenuamente que están escuchando el mejor sonido del estadio. Si mi hermano, es cierto que ver a Jagger y a Richards a veinte metros es un privilegio que nosotros, los que estaremos atrás, en la de 180, envidiaremos, pero, después de que suenen las primeras ráfagas de Keith, ellos, como nosotros los pobres, tendrán que ver el concierto en alguna de las pantallas que van a estar distribuidas en el Campín.
El sonido que expulsan las potentes consolas va en diagonal por eso, al frente de los Rolling Stones, justo donde se ubique Gustavo Gómez Córdoba, se creará un sancocho sonoro. El sitio ideal sería a unos treinta metros de la tarima y en diagonal. Allí no sólo se verá al grupo sino se escuchará la potencia de los riffs de Keith y Ron Wood. Pero haber pagado la boleta más cara no te garantiza que estarás cerca del grupo. Si leyeron la letra menuda se dieron cuenta que, para estar al frente, se tendrán que pagar tres millones más. Osea que el verdadero VIP cuesta cuatro millones de pesos. Si bien es una fortuna, así sea para ver a la banda más importante de la historia, habrá, por lo menos, mil personas a los que no les dolerá pagarlos. Muchos de los que desembolsaron el millón de pesos se darán cuenta el día del concierto que quedarán atrás, muy atrás, tan atrás que olerán la marihuana que destila la chusma de los de 180.
Los Rolling Stones son mi vida pero como soy pobre, y no tengo tarjeta de crédito, un amigo me hizo el favor de comprarme la boleta más barata ya que tenía que pagar de contado y no a 12 cuotas como ha hecho más de uno al comprar su boleta platino. Pagar tres o siete veces más por treparme en las tribunas del Campín me pareció un gasto innecesario, sobre todo después de ver el mapa. En las tribunas veré a los lejos, como pequeñas hormiguitas, a los idolatrados rockeros. Desde donde estaré, muy cerca a la barra que separa a los obreros de Campo General de la aristocracia de Platino, aunque no los veré si escucharé el mejor sonido que destilen sus guitarras por toda la cancha.
Igual nos dimos cuenta que, aún sin conocerlos en Colombia, la leyenda de los Stones es tan grande que da perfectamente para llenar dos Campín. En Argentina, en apenas cinco horas, se vendieron las tres fechas que tocarán sus majestades satánicas en el estadio de La Plata. Durante días me amargué por haber comprado la boleta más barata pero viendo como fue el desastroso trabajo de Tuboleta me di por bien servido y, al revisar el mapa y teniendo en cuenta la relación costo-beneficio, puedo decir que ocupo el mejor sitio de la cancha… así me muera de envidia de pensar en lo cómodo que estará Gustavo Gómez Córdoba.
