Una cosa que se olvida o no se reconoce es que no son los dictadores unos líderes que se imponen sobre las poblaciones sino las poblaciones las que buscan, forman y encuentran las personalidades que acaban cumpliendo esa función.
A comenzar porque la inmensa mayoría de quienes acaban actuando en esa forma han accedido al poder con el respaldo, la aprobación, y usualmente dentro de las reglas vigentes, o insertándose dentro de ellas.
Ni Hitler, ni Putin, ni Castro, ni Pinochet, ni Chávez subieron en contra de la aceptación de sus conciudadanos. Por el contrario, cada uno respondió a lo que en su momento representaba un querer mayoritario (a pesar de que los votos de Allende y la izquierda fueron solo el 36 % de la votación, por el sistema de entonces fue nombrado presidente por el Senado)
Ni Hitler volvió nazis a los alemanes, ni Fidel Castro les impuso a los cubanos el rechazo a Batista.
Una primera condición para llegar a ser dictador es haber sido vocero de una voluntad popular mayoritaria… pero eso no basta.
Un líder autocrático no necesariamente es enemigo de aquellos a quien gobierna, pero adquiere la condición negativa de dictador cuando pierde el apoyo popular y se mantiene en el poder a la fuerza y en contra de la mayoría de los gobernados.
Todo gobierno tiene sectores opositores cuyo propósito supone ser el presentarse como alternativa de gobierno, pero el camino para lograrlo pasa necesariamente por tumbar al del momento. Es decir intentar conseguir mayorías para eso. El cómo lo logra es la responsabilidad que le compete en el desarrollo que lleva a una dictadura.
Por eso la posibilidad de caer en una dictadura depende de la naturaleza de mandatario en ejercicio, pero representa también la paradoja de una oposición que logra mayorías pero sin alcanzar el resultado de salir de quien las perdió.
Es decir que no existen dictadores que dependen solo de su gestión sino también de la manera en que se maneja la oposición.
Y por supuesto las características propias del país y de la idiosincrasia de gente participan y condicionan la posibilidad de caer en una dictadura. En ese sentido es claro como punto de partida que el caso de Colombia no puede compararse con Venezuela ni el caso de Petro con el de Maduro.
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Es claro como punto de partida que el caso de Colombia no puede compararse con Venezuela ni el caso de Petro con el de Maduro
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Pero el ejemplo de hasta dónde quienes se oponen al cambio están dispuestos a forzar a Petro a tomar actitudes dictatoriales, y a abusar de los mecanismos de que disponen- medios de comunicación y poder politiquero- para obligarlo, ha sido el rompimiento de las relaciones con motivo de la reforma la salud. Fueron los partidos quienes ‘se salieron de la coalicion’ y no Petro quien los confrontó al ‘ajustar el gabinete’
Sucede como en otros tiempos a las señoritas acusadas de ser casquivanas o ‘fáciles’ que, independientemente de si esto era verdad o no, acababan comportándose así puesto que así las trataban.
Lo que hoy vemos en Colombia puede llevarnos más allá de una polarización. En la medida que la oposición juega a “o se cae Petro o se vuelve un dictador” y la manera de hacerlo es creando por propaganda o por vías de hecho situaciones que a eso corresponden.
