Desde las concepciones que se crean sobre el periodismo en forma general, en el voz a voz y hasta las que se dan muchas veces en el propio campo de la academia con los mismos colegas, se presentan puntualmente aspectos de los cuales no se habla mucho o se dan por hecho. Uno de ellos y en el cual me quiero enfocar puntualmente, es la veneración casi indiscutible de la “responsabilidad del periodista con la verdad”.
Pues, así las cosas, al decidir ser parte de este gran grupo de periodistas que tiene como una de las premisas esenciales el servir para el bien común, nos exponemos constantemente a diferentes nociones y términos sobre la actividad que un periodista ejerce y cómo esto lo destaca en el campo, pero ¿realmente estamos pensando el periodismo?
Nos hemos detenido a preguntarnos: si el periodista está en la constante pelea de traer consigo la verdad y no más que la verdad, ¿sabemos en un primer momento a qué nos referimos con verdad?, ¿qué implicaciones sociales, éticas y hasta políticas tiene ese tesoro?
El periodista, entre sus variados conocimientos sobre el mundo, muchas veces carece de un elemento importantísimo en la profesión: el carácter crítico. Nos centramos tanto en la premisa de que el periodista es el único medio para transmitir la “verdad” que esa idea solo se fortalece día a día cuando, efectivamente, en las noticias se presenta un suceso o hecho que consideramos verídico.
Pero, vuelve la pregunta, ¿sabemos qué es la verdad? La RAE nos brinda una definición que dicta “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”, pero también nos indica: “juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”. Y así encontramos distintas definiciones que si bien algunas se apoyan o hasta complementan, muchas otras se contradicen, y en este último punto es donde ocurre toda la discusión: si no hay un acuerdo sobre lo que se entiende o interpreta de la verdad, ¿es posible encontrarla?
Hagamos el ejercicio con el tema del: conflicto armado colombiano. Un periodista informa sobre “10 hombres armados presuntamente del grupo armado X arremete contra un poblado”. La noticia circula en diferentes medios con la narración del periodista encargado, es una situación que tiene testigos, pruebas y demás, pero la cuestión aquí es que lo que se está presentando es un hecho.
¿Es real? Claro que sí, pero solo representa eso, un hecho; tal vez hace parte de un gran entramado donde convergen realidades y se presentan situaciones violentas, pero en definitiva no es una verdad absoluta.
Deja de lado actores sociales, repercusiones sociales y más elementos que proveen amplitud en el contexto para el desarrollo de un conocimiento más completo de una situación tan compleja como lo es el conflicto armado. Desde el momento en que seleccionamos las palabras, el orden, el tono de la comunicación y demás aspectos, estamos interviniendo la situación según nuestra interpretación; una razón más que nos aleja de la idea de que nosotros los periodistas somos los “portadores” de la verdad.
Ojo, no estoy diciendo que presentar este tipo de noticias sea algo malo o mediocre, a lo que quiero llegar es que no nos podemos quedar con este tipo de hechos, sino que debemos dar paso al entendimiento de todo un relato, de unas dinámicas sociales que se presentan en una parte del tejido social y no conformarnos con una situación que abarca únicamente ciertas acciones y actores sociales.
No se trata de una responsabilidad con la verdad, se trata de una responsabilidad con la visibilidad de realidades y de confrontaciones que afectan positiva y negativamente la forma en cómo se desenvuelve el país.
Todavía falta cuestionar más premisas del periodismo que generación tras generación se transmiten y no se cuestionan, es momento de pensar en el periodismo desde una perspectiva crítica, humana y razonable con nuestro contexto.
