El lunes 11 de agosto del 2013 al llegar al aeropuerto Benito Juárez del DF y ser recibido por centenares de fans que querían al menos tocarlo, verlo, estar a su lado, Juan Luis Londoño se dio cuenta que su sueño de ser famoso había desbordado fronteras. Era la primera vez que sentía ser más que el jurado de un concurso como La Voz Kids.
Allí, en una rueda de prensa improvisada, los fans no sólo se sacaron fotos con el nuevo ídolo del reggetón sino que hasta aprovecharon para acariciarle las nalgas y robarle uno de sus aretes. No era la primera vez que le sucedía esto. Un año atrás, en pleno concierto, una fanática su subió al escenario y de un zarpazo le arrancó una candonga. La horda de histéricas fans amenazaba con devorarlo y si no hubiera sido por la ayuda de un guardaespaldas, El pequeño gigante, apodo que yo creía exclusivo para Nelson Ned, logró montarse a un auto y salir ileso en su primera visita a México.
Ahí se dio cuenta que Maluma sería famoso, aunque no en lo que él quisiera ser, futbolista. Lo que muy pocos saben rimero lo intentó con el fútbol, duró ocho años en las inferiores del Atlético Nacional pero al darse cuenta que de Cristiano Ronaldo sólo podía tener la gel que usa para peinarse, entonces decidió colgar los guayos. Él jugo en el equipo llamado Bolillo Gómez para menores de 12 años, luego saltó a las inferiores del Atlético Nacional. Su amigo, Juan Fernando Qunitero, dice que lo vio jugando y que tenía una zurda gloriosa. A Maluma le daba ahogo venir a jugar a Bogotá pero tenía talento y mucho. Sin embargo le crecía la obsesión por cantar reggeatón y llegó un momento donde le dijo a su papá que no quería entrenar más con Nacional. Su papá le dijo que estaba loco, que como iba a hacer eso, pero Maluma volvió a demostrar que siempre tiene razón.
