No hay nada más estúpido que un cucuteño uribista
Opinión

No hay nada más estúpido que un cucuteño uribista

Mantener la frontera cerrada ha acabado con la ciudad. Duque traicionó a Cúcuta. Se necesita que alguien convenza a Maduro de levantar su telón de acero

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febrero 16, 2022
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Hola, soy el mismo que ustedes odian por hablar mal de Cúcuta. Quiero aclararles algo, yo muy rara vez he hablado en este espacio sobre mi ciudad. La primera vez fue en el 2016, la segunda en enero del 2019. Hace tres años fue la última vez. Así que no vengan pues a decirme que yo vivo de hablar mal de Cúcuta. Cúcuta para mi es una imposición, yo no puedo dejar de quererla, yo nací allá y lo único que me toca es suspirar de lejos por ella, con la resignación de un amor perdido, imposible.

Y entonces, dando una explicación que ustedes ni se merecen ni les importa, entro a hablar de uno de los males endémicos en donde se rebela la profunda ignorancia que caracteriza a un cucuteño promedio, su uribismo fanático. Conozco amigos, universitarios ellos –así sean de la UDES, son universitarios- que tienen una fantasía y la dicen cada vez que se empachan de guaro: ir de parrilleros en una moto, con una miniuzi en una mano, cercando a Gustavo Petro mientras entra al hotel Tonchalá y le vacían el proveedor del arma entero en el pecho. Se toman tan en serio la fantasía que un hilillo de baba les sale de la boca pensando en lo hermoso que sería ver al líder del Pacto Histórico boquear sangre.

Desde el atentado que le hicieron en la ciudad en el 2019, en donde le pegaron un balazo al carro donde iba, la ciudad no ha sido ajena al auge del petrismo que se expande como un incendio por todo el país. Sin embargo, solo en algunos barrios de El Poblado, detestan más a Petro. Y en Medellín al menos los que lo odian son los ricos, a los que les vendría realmente mal un gobierno como el que quiere imponer Petro, y no por lo que dicen los María Andrea Nieto del periodismo, de que va a expropiar al que tenga dos casas y que le va a quitar las camionetas a los niños de los colombianos de bien, no, les viene mal porque, en su mezquindad, no van a poder soportar que en su agenda existan preocupaciones como la desigualdad y que como mandatario intente hacer más pequeña la brecha entre los millonarios y los desarrapados. En Cúcuta ha sido todo tan perverso que cientos de miles de pobres quieren matar a Petro.

Jamás le perdonarán el haber pertenecido al M-19. Para ellos no existe ninguna diferencia entre una organización política, con imaginación, con verdadera empatía por los pobres como la que creó Jaime Bateman y los marranos sanguinarios de las Farc. Todo lo que no sea arrodillarse ante Uribe es considerado un acto subversivo. Entonces no importa que se haya comprobado públicamente que Petro no secuestró, que estaba armando el barrio Bolívar 83 en Zipaquirá cuando un comando del M-19 decidió tomarse el Palacio de Justicia. No, en la era de la posverdad, no hay medio más confiable que una cadena de wasap. A mediados de 2021 en Facebook circuló un meme en donde supuestamente había matado a los hermanos Zuleika, Yidid y Xious, hijos de José Jáder Álvarez Moreno. De nada sirvió que Colombia Check comprobara que es una noticia falsa. Petro siempre será el sanguinario guerrillero –oh ¡por Dios!- que bebe en el desayuno sangre de niño y, los domingos, sale al río a hacer sancocho de cura.

Al cucuteño no le importa votar por el que diga Papá Uribe porque a los papás se respetan así les peguen a la mamá. Los gobiernos uribistas han sido nefastos para la frontera. Entre dos antípodas como el uribismo y el chavismo siempre va a haber conflicto. Lo que duele es que desde Bogotá no se haya pensado en las apocalípticas consecuencias que conlleva que en vez de puente Internacional Simón Bolívar exista es el telón de acero entre dos modelos económicos. Y la gente sabía que Duque, monitoreado desde Washington, haría hasta lo imposible por no acercarse a Venezuela. Incluso toreó, sin tener ningún tipo de consideración, a Maduro en el concierto ese de mierda de febrero del 2019 en donde Carlos Vives y Maluma volvieron a mostrar su estupidez de perritos perfectamente amaestrados. Para la Historia de la Infamia quedará la frase de Duque que, empachado de falsa gloria, afirmó que a Maduro le quedaban horas para caer. Algún desocupado y sabio creó una página en donde le cuentan las horas al presidente colombiano. A las 5:05 de la tarde del 16 de febrero han pasado

Está bien, si iban a mantener la frontera cerrada lo mejor era prever un mejor escenario para Cúcuta. ¿A dónde están todas esas promesas que hizo Duque sobre la frontera? ¿Lo del empleo, alguien recuerda esta infamia?

Lo peor es que a esta banda de uribeños les importa tres pepinos la ciudad. Y los que lo secundan. ¿Han visto la bajeza intelectual y moral de senadores como Juan Carlos García del cual este servidor fue compañero en toda la primaria? El querido Garci no tiene la culpa de ser senador, fue un oficio que le enseñó su padre, el hábil politiquero Albino García y ahí se perpetuó, como si fuera el miembro de cualquier clan de la Costa. Garcí, además de gastarle cerveza a sus amigos de siempre, no ha hecho mayor cosa por su pueblo. Ni hablar de un mentiroso demencial y peligroso como Alejandro Carlos Chacón y sus malditas vallas en donde promete acabar con el IVA. Y llaman a Petro populista por querer dar educación y salud públicas de calidad. Y los pobres, lobotomizados por ver tanto RCN, consideran una infamia votar por primera vez en su historia a favor de sus propios intereses. La ignorancia no solo es atrevida sino que también es un arma asesina con la que comete suicidio el pobre cucuteño.

Señores cucuteños, por un momento dejen de ser malas personas, repriman sus ganas de matar a Petro, de linchar a la familia venezolana que está tirada en la esquina de la cuadra. Reconozcan que sin Venezuela no se puede vivir. Que los mayores de cuarenta, los que crecimos en los ochenta y no teníamos Telecable, nos aprendimos el Gloria al bravo pueblo de tanto ver Venevisión, Radio Caracas y Venezolana de televisión. Decimos Chamos a los jóvenes, comiquitas a los dibujos animados, panas a los amigos. Si estamos en el exterior y nos encontramos a un venezolano la conexión es más absoluta que con un colombiano. Con decirles que la primera capital de Venezuela, San Cristobal, está a 40 minutos de Cúcuta. Mientras que en Colombia hay que recorrer seis extenuantes horas entre páramos curvosos para llegar a Bucarmanga. Estamos aislados y seguiremos aislados si el energúmeno uribista y nazi del Rodolfo Hernández llega a ser presidente. La única opción es otro modelo, alguien con la suficiente empatía como para pensar por nosotros y encontrar la manera de que el sátrapa del Maduro abra las puertas.

Por estas razones, no hay nada más estúpido que un cucuteño uribista.

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