No es depresión, es capitalismo

No es depresión, es capitalismo

Aunque es difícil calcular cuántas personas se suicidan cada año por depresión, se estima que solo en Colombia serían más de 2000. ¿Cuál es la causa?

Por: Martín Zamudio Espinel
diciembre 14, 2021
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No es depresión, es capitalismo
Foto: Pixabay

La depresión puede ser entendida como la otra pandemia silenciosa que avanza con fuerza, de la cual se habla poco o nada, pero que también nos respira en la nuca. A diferencia del SARS-Cov-2, que prendió las alertas globales y movilizó a la humanidad entera para intentar frenar su proliferación, esta pandemia pasa de agache y continúa proliferando en los hogares, sin respuestas reales por parte de las autoridades políticas ni sanitarias. Lo cierto es que este trastorno reduce profundamente la calidad de vida de las personas, quienes la padecen y en algunos casos puede incluso llevarlos a la muerte. Aunque es difícil calcular con precisión cuántas personas se quitan la vida cada año por depresión, se estima que tan solo en Colombia serían más de 2000.

La depresión, científicamente, no es una enfermedad ni tampoco puede ser catalogada, por su naturaleza, como una pandemia. Según los expertos, se define como un trastorno del ánimo, pues hace sentir a las personas, temporal o permanentemente, desganadas, tristes, solas, culpables, entre otro tipo de sentimientos y sensaciones incómodas que, por lo general, causan profundo sufrimiento. 

Seguramente usted conoce a más de una persona que la padece o la ha padecido, si es que no la ha experimentado en carne propia. En mi caso, exparejas, familia cercana, amigos y amigas y hasta yo, hemos pasado por allí. Los niveles en los cuales cada quién lo vive son diferentes. Hay quienes logran salir de ella con medicamentos psiquiátricos, hay quienes no los necesitan y hay quienes ni siquiera con ellos hallan una solución, pero algo es cierto, las causas de esta pandemia no se están atacando de raíz. 

La depresión ha ido aumentando exponencialmente con el paso de los siglos y esto no se debe solamente al hecho de que hoy en día es más fácil de diagnosticar. Si bien es cierto que tiempo atrás la depresión no se entendía como el fenómeno que es y que además la psicología no estaba tan extendida como lo está ahora, es también innegable que la depresión es una epidemia que está entrelazada con la modernidad, con nuestro modo de vivir y con nuestra manera de pensar y de pensar nuestro rol en el mundo. Aquí es, justamente, donde está lo importante de este asunto, y es también la conclusión a la cual llegué luego de mucha reflexión: la depresión no es la enfermedad sino el síntoma y el virus, en cambio, es el capitalismo, el pensamiento “occidental”.

¿Y cómo llegué a esa conclusión? La verdad basta con observar.

Primero, el capitalismo se basa sobre el consumismo y este, a su vez, se logra generando necesidades en los usuarios, necesidades que realmente no existen. En otras palabras, el capitalismo invierte mucho en hacernos sentir incompletos, generando constantemente vacíos que tenemos que llenar. Segundo, este modelo económico necesita que los usuarios tengan dinero para satisfacer todas esas necesidades, es por eso que nos obliga a ser productivos. Cuando el capitalismo nos coloniza, disfrutar de no hacer nada se castiga con la culpa, la culpa de la improductividad. Tercero, el capitalismo opera en nuestro interior a partir de la comparación y la construcción de un ego a partir de lo que se tiene. Somos lo que tenemos, si tenemos poco somos poco. El lenguaje que usa el capitalismo es, necesariamente, cuantitativo, y es por eso que siempre nos pide ser más, tener más, poder más. Creemos que si no logramos tener no logramos ser, aun cuando son cosas tan diferentes. Y podríamos seguir enumerando... 

Cuando este tipo de necesidades no se satisfacen el capitalismo opera a través de la culpa, la tristeza, la sensación de vacío emocional. Si esto no fuera así y nuestro deseo no estuviera estrechamente vinculado a las imposiciones del capital, todo este andamiaje en el que vivimos no funcionaría tal y como funciona al día de hoy. Basta con preguntarse: ¿qué estrategia de marketing podría funcionar si de entrada se anunciara al comprador que no necesita el producto para “ser feliz”? En efecto, ninguna.

El capitalismo ha colonizado nuestras mentes y nuestros cuerpos. Nos dice qué hacer, y más importante aún, nos dice cómo sentirnos, todo para satisfacer sus necesidades, haciéndonos creer que son nuestras necesidades. Tal vez la mejor medicina para la depresión sea botar a la basura todo aquello en lo que creemos, de pe a pa, de inicio a fin. Desde lo que creemos que queremos hasta lo que creemos que somos, porque puede que ello no sea más que el resultado de un modelo económico operando silenciosamente dentro nuestro, jugando con nuestra psique para satisfacer su interés egoísta. Tal vez una cura no implementada para la depresión sea extirpar de nosotros mismos el capitalismo interno que nos hace sentir siempre así: pequeños, solos, explotados, cansados e incompletos.

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