Hay lugares que parecen haber estado siempre ahí, esperando el momento justo para ser redescubiertos. Paipa, en el corazón de Boyacá, es uno de ellos. Durante años fue conocida como una tranquila parada del altiplano, hasta que su nombre empezó a circular con fuerza gracias a un producto que nació en las fincas y terminó cruzando fronteras: el queso Paipa, considerado hoy uno de los más premiados y representativos del país.

A poco más de tres horas de Bogotá, este municipio encontró en su tradición quesera una manera de contar su historia. El queso Paipa, elaborado con leche cruda de vaca y madurado de forma artesanal, obtuvo en 2015 la Denominación de Origen, un reconocimiento que no solo protege su método de producción, sino que puso a Paipa en el radar gastronómico nacional e internacional. Detrás de cada pieza hay décadas de saber campesino, de climas fríos y de una cultura ganadera que se transmitió sin manuales, de generación en generación.
Paipa, donde el sabor se cruza con la historia y el descanso
Sin embargo, reducir a Paipa solo a su queso sería quedarse corto. El municipio supo leer ese reconocimiento como una oportunidad para mostrar otros encantos que siempre estuvieron ahí. Sus aguas termales, usadas desde hace siglos por comunidades locales, se convirtieron en uno de los principales atractivos turísticos, ofreciendo descanso y bienestar en medio de un paisaje andino sereno.
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A pocos minutos del casco urbano aparece la Laguna de Sochagota, un espejo de agua que cambió el ritmo del municipio y abrió paso a actividades recreativas y deportivas, mientras hoteles y servicios turísticos empezaron a crecer a su alrededor. Más arriba, el Pantano de Vargas recuerda que estas tierras también fueron escenario decisivo de la independencia, con el imponente monumento a los 14 lanceros dominando el paisaje y conectando al visitante con uno de los episodios más simbólicos de la historia nacional.
La experiencia se completa en la mesa. Al queso Paipa se suman preparaciones tradicionales como las almojábanas, el masato y los amasijos boyacenses, que hoy conviven con propuestas gastronómicas pensadas para el viajero. Festivales, ferias y planes turísticos organizados han terminado de consolidar una oferta que combina sabor, memoria y descanso.
Así, Paipa dejó de ser un secreto bien guardado. Hoy es un destino que demuestra que el turismo también puede construirse desde la identidad, sin perder la calma ni el arraigo que lo hicieron único.
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