Los Colombianos nos enfrentamos a la posibilidad, cada vez más real, de ser la primera generación de paz en la historia reciente del país. Más allá de ser un gran reto para nosotros es la ejecución del aprendizaje que hemos tenido en nuestra vida. Nuestra niñez se dio en medio de una cruenta guerra contra el narcotráfico y nuestra adolescencia se dio en medio del momento más crudo del conflicto armado. Ahora algunos están empuñando las armas en algún bando, luchando una guerra que no les pertenece. Durante todo este tiempo, correspondiente a un par de décadas y algo más, incorporamos en nuestro conocimiento la necesidad del dialogo, la reconciliación y el perdón. Entendimos que la guerra puede durar 60 años más y comprendimos que el uso de la violencia es en vano. Aprendimos. De una u otra forma las circunstancias nos moldearon.
Las generaciones mayores nos enseñaron y nos convencieron de ser la generación hecha para cambiar el país. Nos enseñaron que somos el futuro; un futuro que está cada vez más cercano, un futuro que es la paz.
De no ser por la enseñanza que recibimos no estaríamos dispuestos a trabajar incansablemente por ese escurridizo objetivo que tantos presidentes han buscado infructuosamente. Más allá del método, las lecciones y las clases, el aprendizaje fue solo uno: La paz es el fin y la educación es el medio. Ahora está en nuestras manos transmitir el mensaje a las próximas generaciones para evitar nuevos enfrentamientos.
El momento de la paz ha llegado y estamos listos para afrontar ese desafío. Nos van a entregar un país libre de conflicto armado, pero en nuestras manos está la oportunidad de construir un país en paz. Vamos a enseñarle a las futuras generaciones el respeto por la democracia, las instituciones, y por la vida sobre todas las cosas. Les vamos a enseñar las bondades del perdón, de la tolerancia y de la reconciliación. Así como nuestros padres y los eventos nos enseñaron a nosotros sobre la crueldad de la guerra y las consecuencias de la violencia.
Y si bien sobre nuestra espalda recae la responsabilidad del futuro, también estamos conscientes de nuestra importancia en el presente. Por esta razón hemos decidido actuar y construir el país que nos merecemos. Hemos hecho nuestra tarea al transmitir el mensaje de la importancia del diálogo, convenciendo incluso a los más escépticos. Hemos abogado por los jóvenes que han sido víctimas del conflicto, que han luchado en cualquier bando y que han entregado su vida por causas perdidas. Hemos decidido tomar el espacio que nos corresponde y usarlo en pro de Colombia.
Cómo primera generación de paz en la historia reciente del país vamos a explotar cada oportunidad que se presente para acercarnos a nuestros objetivos. Vamos a usar cada grano de arena aportado por los colombianos para construir una Colombia justa, diversa. Y así existan quienes se dedican a promover y patrocinar la guerra, no vamos a renunciar a nuestra meta. Porque podremos flaquear, pero nunca dejaremos de trabajar por la paz. Tampoco descansaremos hasta garantizar que nadie tenga el derecho de decidir sobre la vida de otra persona.
El perdón y el diálogo son nuestras herramientas más poderosas y son las que enseñaremos a usar a los violentos. El diálogo nos permitirá simpatizar, construir y entender junto a nuestros opositores. El perdón nos ofrecerá la posibilidad de enseñar y aprender. Éste es el medio pacífico que no solo dará fin al conflicto, si no que labrará el camino a una paz real.
