Un policía corrupto le hace daño a la fuerza entera ¿quién confía luego para pedir ayuda cuando siente que puede pasar de denunciante a convertirse en víctima? Un juez corrupto le hace daño a la justicia entera ¿quién puede estar tranquilo si las culpas no las deciden la legislación sino el dinero que compra inocencias? Un militar corrupto rompe la confianza y sensación de protección de una comunidad entera de la misma forma que el sacerdote pedófilo ahuyenta gentes de los templos. No se extrañe usted que por estos días las noticias nos inviten a perder la fe. Cualquier fe. Toda la fe.
Imagine usted un maestro que prefiere enseñar mentiras en el salón de clase. Los niños abren cuadernos para atender el dictado que dice que habla de nueve continentes, luego les pide, muy serios, que anoten con tinta roja que la capital de Sumatra es Sumadre y ya entrados en gastos les enuncia que no deben olvidar que hay una raza superior y que las mujeres son inferiores al hombre en toda ocasión ¿confiaría usted en esa educación?
Jean Monnet, político francés, fue quien dijo siglos atrás “las personas pasan, las instituciones quedan” el punto es que en este instante de la historia de Colombia las personas cuando pasan se están llevando por delante a las instituciones. Se están encargando hoy que solo ruinas queden, porque sus actos son detonaciones a las bases y columnas éticas en que se levanta cada institución ¿o acaso no recuerda usted que, por esto mismo, ya no existe el DAS? Organismo que terminó siendo agencia de inseguridad para los ciudadanos, especializada en espiar y escuchar y actuar en contra de todos y en beneficio de alguien que aún no terminan de señalar.
Cada país tiene un libro sagrado —y no es la Biblia, señor Procurador— ese libro es la Constitución. Por eso duele que quienes deben guardarla no sean lo mejor de entre nosotros sino reflejo de un espejo de vergüenzas.
Mira usted un soborno de $500 millones para comprar el fallo de una tutela —y sume los millones que debieron pagar para llegar hasta allá— es suficiente en otro lugar del mundo para que todo se detenga hasta que algo cambie de raíz. Pero aquí no. Sale a flote el mal olor que rodea la hacienda. No hay como dios con una historia de once muertos, quinientas reses robadas, muchos desplazados, una familia reclamante que luego es asesinada… y hoy día esas tierras que fueron de Edilberto Villalba, acosado y desplazado, son propiedad del magistrado Jorge Pretelt luego de que su propia esposa se las vendiera después de que ella las comprara al reconocido paramilitar Evelio Enrique Díaz Yáñez, alias el Burro. Y no es sobre lo único que tiene que dar explicaciones.
Pero en lugar de obrar en concordancia con lo que ética y honor le señalarían a otra persona el honorable magistrado prefiere dar declaraciones que concluyen en un desafiante “mañana mi esposa y mis hijos se van del país para que (el Fiscal) no les ponga un pelo encima” como respuesta al llamado de la Fiscalía a Martha Ligia Patrón, esposa de Pretelt y funcionaria de la Procuraduría, a presentar declaración en un caso que investiga supuesta apropiación de lotes baldíos allí donde el acecho paramilitar cubrió de sangre, miedo, huida y ausencia hectáreas de tierra que luego se compraron baratas. En el instante en que otras personas tendrían una posición acorde a la dignidad que representa el cargo escuchamos decir “No voy a renunciar, si yo me voy nos vamos todos”. Entonces pienso; claro, este es el país del si-yo-me-caigo-no-me-caigo-solo.
¿Quién iba a pensar que eso iba a pasar de Corte a Cartel?
El cinismo ha tomado la voz: quieren que te conformes con el menos culpable cuando ya no encuentres inocentes.
Hay días en que a la vida sólo la explica bien la poesía. Entonces voy en busca de quien me quiera ayudar a entender. Y esta vez es Machado en sus versos quien me habla:
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
@lluevelove