“Condenado para siempre, en esta horrible celda, donde no llega el cariño, ni la voz de nadie”, fragmento de la canción El Preso de Fruko y Sus Tesos. Es lo que viven los reclusos en nuestro País, pero con la llegada a la Casa de Nariño del Presidente electo Gustavo Petro, la realidad de las cárceles pueden cambiar.
En Colombia hay quienes creen que la verdadera condena no está en los años impuestos, sino en tener que soportar cada día las infames condiciones de las cárceles para ciudadanos de estratos bajos. El hacinamiento en estos monstruos de concreto es el primer gran problema, mientras que las malas condiciones de los baños y las celdas también se unen a este inconveniente que no tienen doliente fuera de ellas.
Lo anterior es un reto para el máximo mandatario electo de los colombianos, recordemos que en las pasadas elecciones fue amplio ganador en los centros penitenciarios en primera vuelta. Para los que no sabían los presos sí votan en Colombia. Por ejemplo, en La Picota, Cómbita en Boyacá, El Pedegral en Medellín, Centro Carlos Lleras Restrepo, La Picaleña de Ibagué, la de Jamundí, Palogordo en Santander, El Bosque de Barranquilla, Villa Nueva de Cali, la de Riohacha, la distrital de Cartagena, la de Cúcuta, la de Santa Marta, y la de Máxima y Mediana Seguridad de Valledupar, fueron donde el candidato del Pacto Histórico ganó.
No todas las personas en las cárceles pueden ejercer su derecho al voto. La ley indica que solo las que están sindicadas por presuntos delitos pueden votar en los puestos de votación que la Registraduría dispone en las cárceles. Las que ya tienen una condena no pueden hacerlo.
¿Cuáles son los verdaderos problemas de las cárceles que Gustavo Petro tiene que resolver por medio de una reforma?
Primero: El hacinamiento en las cárceles colombianas es de 20% a marzo según datos del Inpec. En la actualidad, existe una sobrepoblación de 16.706 personas en las cárceles, lo cual va en contra de la vida digna de los reos. Las cárceles tienen capacidad para 80.900 personas y el sistema cuenta actualmente con más de 97.000 personas.
Segundo: El acceso a servicios especializados de salud es deficiente, en estas abundan problemas de salud mental y enfermedades infecciosas.
Tercero: Las infraestructuras en sus mayorías son obsoletas, y todo por la falta de mantenimiento.
Cuarto: muchos insisten en que el sistema carcelario tiene que ir orientado al respeto de los derechos humanos y a la resocialización.
“Aquella no era una cárcel, era una universidad del crimen. Entré con un bachillerato en marihuana y salí con un doctorado en cocaína”, así dijo una vez George Jung.
@EdilbertoSotoM2
