El gobierno electo tiene una gran deuda con los jóvenes, los más afectados por el desempleo, la informalidad y los bajos salarios.
Ya conocemos de sobra las estadísticas del mercado laboral que el DANE publica cada mes: los más afectados son los jóvenes y las mujeres (de ahí que sean las mujeres jóvenes quienes sufren las peores tasas de desempleo). Y aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan, los ninis, están arrinconados, sin esperanza, sin poder realizar sus proyectos personales, sin futuro. Hay en Colombia algo más de 11 millones de personas en edades entre los 15 y los 28 años y resulta que más de tres millones son ninis. En un país que requiere del trabajo de los jóvenes resulta inmoral esta forma de convertirlos en desechables: la vía de persistir en un modelo económico que no genera empleo ni en la cantidad requerida ni de la calidad que la sociedad necesita.
Las estadísticas no son nuevas. Conviven las del desempleo de los jóvenes con los datos de los que sucesivos gobiernos de jactan: nuestras tasas de crecimiento económico suelen descollar en la región latinoamericana, así como la relativa estabilidad macroeconómica es un motivo de orgullo. Cierto: Colombia, con excepción del 99 y del 2020, año universal de pandemia, nunca ha visto retrocesos en su crecimiento económico ni desastres inflacionarios como los que Chile, Argentina, Perú o Bolivia, en algún tramo de su historia reciente han vivido.
No obstante: ¿Hasta dónde puede ir el orgullo asociado a tales indicadores si marginamos a los jóvenes de los mercados laborales?
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La tasa de cobertura de la educación superior ha mejorado notablemente en los últimos 25 años. ¿Para que los jóvenes graduandos se estrellen con los bajos salarios, la informalidad y el desempleo?
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Sí, la tasa de cobertura de la educación superior ha mejorado notablemente en los últimos 25 años. ¿Para que los jóvenes graduandos se estrellen con los bajos salarios, la informalidad y el desempleo?
Millones de jóvenes votaron por el candidato ganador de las elecciones presidenciales. Y buscan cambios. Quieren empleos de calidad, desean estudiar en buenas universidades, ser buenos técnicos y tecnólogos, estar conectados al mundo y asimilar -y aprovechar- los cambios tecnológicos.
El cambio en las tecnologías está ocurriendo a velocidades exponenciales. La “exponencialidad” no sólo se refiere a la rapidez con la que ocurren sino también al hecho de que tales cambios afectan, de manera transversal, nuestra economía, sociedad y cultura.
En al menos cuatro ámbitos están ocurriendo profundos cambios tecnológicos que se entremezclan y cambian el conjunto: el mundo de la información y las tecnologías digitales, las energías renovables, la biología y los procesos manufactureros.
Los cambios modifican de forma radical los mercados laborales. Que nuestros jóvenes puedan salir de su condición de ninis y encontrar nuevos empleos, de calidad y aceptablemente remunerados, dependerá de si la sociedad colombiana “conspira” para prepararlos para las nuevas realidades.
Ya se ha hablado de sobra sobre las tecnologías de la información, la capacidad computacional, las velocidades de transmisión de la información, de almacenamiento en la nube, de los revolucionarios modelos de negocios…
Vamos a paso de gigante hacia la producción de energías no renovables, particularmente la eólica y la solar. Los costos de generación de energía a partir de turbinas de viento han declinado en 70 % en una década (Azeem Azhar, Exponential).
Sobre la biología los cambios son de naturaleza asombrosa. La “secuenciación” del primer genoma humano costó alrededor de USD 300 millones. Hoy el costo es inferior a los USD 1.000 y ya los chinos han anunciado que lo pueden realizar a cien dólares. Las implicaciones en el ámbito de la salud, incluyendo la farmacéutica, son apenas obvias y, por supuesto, el debate ético ya está en la agenda del debate público.
Más allá de la codificación genética se encuentra el campo de la biología sintética que involucra diversos campos del saber como las ciencias de la computación, biología, ingeniería eléctrica y biofísica. Los materiales y, en general, los insumos que el aparato manufacturero requiere podrán ser producidos hasta en 60% de su valor por la vía de procedimientos biológicos.
Finalmente, la manera en que producimos los bienes que consumimos se transformará en los próximos lustros. No sólo se trata de la impresión en 3-D (también llamada manufactura aditiva) sino de sus implicaciones territoriales: la producción, digamos de zapatos, o de alimentos, se descentralizará a niveles insospechados. Una impresora 3-D permitirá construir (léase imprimir) un puente o una vivienda, o producir un corte de churrasco sin sacrificar animales, acabando con la forma actual de la industria de la construcción y las de alimentos.
Ciencias de la computación, energías renovables, biología, manufactura: los escenarios del cambio tecnológico exponencial que deben ser considerados por el nuevo gobierno a la hora de trazar estrategias de empleos de calidad para nuestros jóvenes.
