Los duros de la guerra se ponen de acuerdo sobre el conflicto

Los duros de la guerra se ponen de acuerdo sobre el conflicto

Crónica de cómo Timochenko, Ernesto Baez, Vera Grave, Felipe Torres y 30 excombatientes de Farc, AUC, ELN y M-19, enemigos en el pasado, lograron este acuerdo para el esclarecer la verdad

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noviembre 18, 2019
Los duros de la guerra se ponen de acuerdo sobre el conflicto

Camino al ascensor para descender a la primera planta, lugar donde leeríamos la declaración conjunta, Fredy Rendón, a quien llamaban "El Alemán" en las Autodefensas Unidas de Colombia, me dijo en tono de confianza que tenía flojo un botón de mi chaqueta, y que se me podía caer. Mientras mis ojos buscaban los botones para percatarme de su indicación, le escuché agregar a manera de broma, usted era muy bueno para coser equipos.

Yo lucía una chaqueta color beige de vivos café y a decir verdad no me había dado cuenta del detalle. Por mi mente pasaron por un momento los equipos de guerra color verde selva que cargábamos a la espalda con todo lo que teníamos en el mundo. Era cierto, los guerrilleros cosíamos cada uno nuestro equipo, que nos entregaban cortados en piezas, junto con unos metros de fibra de poliéster blanco y un par de agujas. Unos lo hacían mejor que otros.

El comentario de Fredy me sorprendió por lo preciso. No sólo porque lo definía como un cuidadoso observador, sino porque además revelaba que tenía una buena idea del mundo guerrillero. Pero por encima de todo, porque ponía de presente un grado de cercanía que hasta un pasado reciente me habría parecido absolutamente impensable. Un ex jefe paramilitar caminando a mi lado y bromeando conmigo como si se tratara de un buen amigo.

Más adelante, cuando nos hallábamos en el recinto en el que se celebró el acto, en uno de los cortos videos acerca del trabajo realizado durante los meses anteriores entre la Comisión de la Verdad, el ITCJ y ABC Paz con exguerrilleros de distintas organizaciones que dejamos las armas y las desmovilizadas AUC, aparecí yo hablando de lo difícil que habían resultado los primeros momentos, cuando estrecharles la mano a los antiguos enemigos resultaba afrentoso.

Tras la rápida secuencia en la pantalla, sentí un ligero toque en mi hombro y vi a El Alemán, que estaba sentado a mi izquierda, pasar su brazo por mi espalda y darme un abrazo. Al  mismo tiempo, una sonrisa y un saludo de afecto surgieron de la hilera delantera, de donde Óscar José Ospino, conocido como "Tolemaida", me extendía su mano en señal de amistad. Otro de ellos, sentado a mi izquierda también me saludó con singular cortesía.

No cabía duda. El hielo que alguna vez pudo existir había desaparecido entre los dos bandos. Escribo como si sólo las antiguas autodefensas y FARC hubiéramos estado reunidos, lo cual es injusto con todos los demás. Los exintegrantes del Ejército de Liberación Nacional, EPL, M-19, Corriente de Renovación Socialista y Partido Revolucionario de los Trabajadores llevaban meses asistiendo sagradamente a los encuentros y además también estaban presentes.

Pero es que pese a algunas diferencias de carácter fundamentalmente político, que poco a poco han ido desapareciendo tras nuestra dejación de armas, todos eran integrantes de organizaciones revolucionarias que en algún momento se rebelaron contra el Estado. De algún modo éramos parecidos a ellos. No sucedía igual con los ex miembros de las AUC, nuestros enemigos a muerte durante muchos años, de quienes sinceramente nunca pensamos nada bueno.

Los paramilitares, sus acciones, los intereses que representaron, su alianza con las fuerzas militares y de policía, encarnaron en nuestro imaginario los hechos más tenebrosos de la guerra. Nunca pudimos verlos de manera neutral. Definitivamente, y por encima de los sectores que se niegan a aceptarlo y propenden por la extensión de la guerra desde los viejos bandos, algo demasiado significativo cambió en nuestro país durante los últimos años.

Algo que crece con una fuerza inusitada y tiende a demostrar que las armas carecen completamente de sentido en la política y la vida colombiana. No sólo era Gabriel Ángel quien se encontraba sentado en la Comisión de la Verdad, rodeado por antiguos comandantes paramilitares. Allí estaban Rodrigo Londoño Echeverry, Timochenko, el último comandante en jefe de las FARC, y los senadores Pablo Catatumbo y Sandra Ramírez, en representación del partido de la rosa.

Además de otros cuadros de nuestra antigua guerrilla. La tarde anterior había tenido lugar la última gran discusión entre los participantes. En particular los integrantes de las extintas AUC expresaron sus últimas inquietudes con relación al texto de la declaración final. Hubo que nombrar una comisión y hacer los máximos esfuerzos por alcanzar un consenso. Cuando cantamos humo blanco, todos aplaudimos con alborozo. Alguno deseó haber tenido un vino a la mano para brindar.

Lo cual no era posible en las circunstancias de apuro en que nos hallábamos con el transcurrir de las horas. Había que ensayar el acto de la mañana siguiente. Y se hacía muy tarde. Por un momento recordé las palabras de Manuel Marulanda Vélez cuando Álvaro Uribe ordenó extraditar más de una docena de jefes paramilitares que se hallaban en las cárceles, en cumplimiento del Acuerdo que habían firmado con su gobierno para hacer posible su desmovilización.

Había dicho Marulanda que desafortunadamente los paramilitares le habían hecho demasiado daño al pueblo colombiano, porque si no valdría la pena buscar un diálogo con ellos. La traición que acababa de protocolizar el Presidente con la extradición de esos jefes, tenía que hacerles tomar consciencia de la verdadera catadura de la oligarquía que gobernaba Colombia. En su parecer había condiciones para dialogar con ellos y quizás unir fuerzas para pacificar el país.

Aunque era tan negativa la imagen de las autodefensas, que no resultaba posible la materialización de esa idea. Aquello que había intuido Manuel Marulanda, en otras condiciones y circunstancias, se estaba llevando a cabo ante nuestros ojos y con nuestra participación en este año 2019. En verdad sólo el paso del tiempo permite concretar cosas al parecer imposibles en cierto momento. Si Ralito nos había parecido una burla años atrás, ahora lo veíamos distinto.

Allá se habían cumplido unas conversaciones que en su época llamamos de yo con yo. De Uribe y los paramilitares no podía salir sino una farsa. La fuga espantada de su Comisionado de Paz Luis Carlos Restrepo no había hecho sino confirmarlo. En las discusiones de lo que se llamó Narrativas de Excombatientes, el encuentro de meses que concluimos con el acto del 15 de noviembre en la Comisión de la Verdad, aprendimos que había también algo diferente.

Los ex paramilitares reivindicaron honrosamente esos Acuerdos como una experiencia histórica que había conducido al fin de su movimiento militar. Miles de hombres habían dejado las armas y se había desmontado su estructura ilegal. Ese acuerdo había permitido vincular por primera vez a la juridicidad colombiana el concepto y la práctica de Justicia Transicional, y ellos habían cumplido con su parte de relatar la verdad ante los jueces. Eso no podía negarse.

Es más, en su parecer, eso había abierto las puertas a la posibilidad real de que se efectuaran posteriores conversaciones de paz con las guerrillas. Nadie podría imaginar las conversaciones y los Acuerdos de La Habana con las FARC, si no se hubieran desmontado primeramente las autodefensas. A uno podían sonarle antipáticas esas afirmaciones, pero que representaban un enfoque válido no podía negarse, aparte de que envolvían también su propio drama.

Para los ex integrantes de las AUC, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez había violado impunemente su palabra. Más de 3600 desmovilizados o sus familiares habían sido asesinados tras su desmovilización. Las garantías prometidas para su vida habían sido fallidas. Igual las garantías jurídicas pactadas. Las extradiciones de sus jefes habían sido decisión presidencial, sin ninguna clase de prueba que permitiera asegurar que seguían delinquiendo.

Aparte muchos de ellos tenían muertos sus derechos ciudadanos. Les habían incumplido, querían que se supiera. Ellos en cambio habían honrado su palabra. Pagaron penas de prisión, muchas de ellas superiores a las que fijó el Acuerdo. Hicieron el relato de sus crímenes, pidieron perdón en múltiples ocasiones a sus víctimas. Otra cosa que la Fiscalía hubiera secuestrado sus verdades y nada hubiera procedido judicialmente contra múltiples responsables que señalaron.

Tal vez para muchos, aun con la perfidia de Uribe, el acuerdo con los paramilitares haya sido demasiado generoso con ellos. Habría que haberlos machacado completamente, aplicarles cadena perpetua, despreciarlos de la peor forma. Es el problema a considerar. Ante esos deseos cualquier acuerdo hubiera resultado imposible. Se hubiera necesitado vencerlos, derrotarlos militarmente. Algo inconcebible en las circunstancias que regían en Colombia por entonces.

Lo cual nos lleva necesariamente a una conclusión sabia. El diálogo y la solución pacífica siempre serán mejores que la guerra. En el año 2003 nuestro país se hallaba sumido en el caos y el desangre total. Mucho ha cambiado desde entonces, y eso gracias a la fórmula de la negociación. Los extremos que desde un lado y otro insisten en una guerra absurda, que la aplastante mayoría de compatriotas condena, carecen del menor futuro político.

El maestro Alonso Ojeda Awad, uno de los fundadores de Replanteamiento ELN junto con Medardo Correa, el Paisa, Vera Grave, fundadora del Movimiento 19 de Abril y sus compañeros, Francisco Caraballo y sus correligionarios del antiguo EPL, Fernando Hernández y sus compañeros de la CRS, al igual que Gabriel Barrios y los compañeros del PRT, todos coincidimos con las extintas FARC y Autodefensas en que la paz es el único camino para Colombia.

Eso es más de medio siglo de guerra interna. Un acumulado de experiencia política y militar prácticamente imposible de igualar. Al final estábamos todos abrazándonos y felicitándonos por lo conseguido. Ernesto Báez, Julián Bolívar, El Alemán, Manuel Pirabán, Jorge Laverde, Tolemaida, entre otros, proclamando unidos con ex miembros de todas las organizaciones mencionadas, que la reconciliación es posible, y que solo el diálogo y la paz pueden salvar a Colombia.

Este es la Declaración por la vida, la paz y la reconciliación

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