Me dice la experiencia personal que la realidad política surgida de las votaciones del pasado 27 de mayo se convertirá en uno de los periodos más complejos y difíciles de la historia de Colombia, aun por encima de la cruel violencia vivida durante casi medio siglo desde que asesinaron a Gaitán. Para quien salga elegido como presidente el día 17 de julio del año en curso la situación será de agudas disputas y enfrentamientos por la masa crítica que se ha constituido en la agitación política de los últimos años a propósito de la terminación del conflicto armado con las Farc.
Casi 10 millones de votos de repudio a todas las bestialidades políticas de la ultraderecha uribista, resultado del tremendo sacudón a la apatía y abstención electoral, no son precisamente un anuncio de remanso y tranquilidad en el campo político instituido.
Nos esperan grandes momentos de agitación revolucionaria y movilización social, tanto en el corto plazo, las próximas tres semanas, para rechazar el retorno del neofascista régimen de Álvaro Uribe al poder, esta vez con su vicario; como en el largo plazo, en que los jóvenes ambientalistas harán sentir su oposición al extractivismo minero, en que los defensores de la paz demandarán el respeto por los acuerdos con la guerrilla, en que la conciencia ciudadana profundice su hastío con la corrupción, tal como se vio reflejada en la sonora y demoledora derrota de Vargas Lleras, César Gaviria y de Santos a quien la captura de su fiel Roberto Prieto también lo coloca al borde de la cárcel, tal como ocurrió en Perú con Humala y otros personajes de allí.
Nos quieren hacer creer que todo está definido, que lo mejor es sentarse a llorar porque no hay nada que hacer y esperar a que el 7 de agosto Duque nombre a Rafael Nieto Loaiza como su Ministro de Justicia y este a la velocidad del rayo destruya la Justicia Especial de Paz y termine con las cortes para propiciar la impunidad de los crímenes de su mentor; Uribe acceda a la presidencia del Senado y tramite en un abrir y cerrar de ojos una ley para desmantelar las curules de las Farc y el estatuto de la oposición; Ordóñez de Ministro de la Defensa nos regrese a los nefastos falsos positivos con la estratagema del combate a las disidencias, y a que desde los Ministerios de Agricultura y de Hacienda anulen la reforma rural integral y le den otro nombre a la mermelada para sostener el festín del despojo estatal.
Si algo queda claro del pronunciamiento democrático del pasado 27 de mayo es el tremendo odio y asco de los jóvenes con la corrupción del régimen santista, y con la paz neoliberal de este y del viejo Secretariado de las Farc convertido en un verdadero basural ético.
El mensaje ciudadano es claro. Para erradicar la corrupción y castigar a sus artífices y beneficiarios, para avanzar hacia la “paz positiva” que trascienda el simulado acuerdo de las cúpulas degradadas, se necesitan medidas certeras y radicales. Contundentes y sin ambigüedades. Sin bailes distractores y mutaciones oportunistas a la manera de los camaleones preocupados por la supervivencia a cualquier precio.
Renunciar a la idea de la Constituyente como lo está haciendo Petro es un descomunal error. Se equivoca el candidato de la Colombia humana si cree que puede avanzar a la presidencia haciendo concesiones a diestra y siniestra a las elites oligárquicas. A los llamados empresarios de copete. A la casta politiquera que saqueó sin límite al Estado, despojando cada año, desde 2005, más de 12 billones de pesos en toda clase de vagabunderías.
¿Acaso se olvidó el candidato Petro de Reficar, Odebrecht, el Cartel de la Toga, el robo a la salud, el saqueo de los departamentos de Córdoba y Quindío, el asalto criminal del Pae, el atraco de las regalías, los niños de la Guajira muertos por desnutrición, el festín politiquero que destruyó a Cartagena?
No joda. Se necesitan cueros para mirar hacia otro lado, doctor Petro. Así no se hace historia, así no se hace liderazgo de la manera como lo plantea El príncipe de Maquiavelo.
Con medias tintas no se llega a ningún Pereira. Menos asumiendo las cartas de la oligarquía santouribista para gestionar el complejo problema de la crisis fronteriza con Venezuela y su crecimiento exponencial que bien nos puede dar en los próximos meses una masa cercana a los 5 millones de venezolanos viviendo en Colombia con todo derecho al darse su regreso a la patria de origen.
Votaré por Petro el 17J, que quede claro, pero no me caló su renuncia oportunista a la Constituyente que debe permitir enterrar de manera contundente la rosca o casta social y política responsable del peor atraco en la historia de Colombia, ocurrido en el prolongado régimen santouribista, que en algo enmienda el carcelazo en La Modelo ordenado por un valiente juez contra el sinvergüenza de Roberto Prieto y de otros como los bandidos de Córdoba y Armenia.
La Colombia de hoy exige la Constituyente ya. Cárcel para la corrupta y podrida clase política.
Los millones de jóvenes que votaron por el cambio no van a permitir, doctor Petro, otra frustración como la del 2010, cuando Mockus se arrodilló ante Santos y los poderosos de este país.
