"Los comunistas mataron a Jorge Eliecer Gaitán"

"Los comunistas mataron a Jorge Eliecer Gaitán"

El dirigente conservador Jose Maria Villareal dice, en entrevista, que el asesinato fue para sabotear la Conferencia Internacional de Bogota, en la que se prohibiría el Comunismo

Esta entrevista al dirigente conservador José Maria Villarreal fue realizada por los profesores Rocio Londoño y Medofilo Medina como parte de una serie de dialogos con lideres politicos del Frente Nacional y fue publicada en los Cadernos de Analisis politico del Iepri, el Instituo de investigacion de la Universidad Nacional.
"La Conferencia Internacional de Bogotá de 1948 iba a declarar ilegal el comunismo (...) Eso fue lo que indignó al comunismo internacional y lo empujó a echar a perder la Conferencia. Y eso también explica la muerte de Gaitán. En vísperas de la reunión el comunismo internacional, muy preocupado, pensó cómo producir una gran conmoción en Bogotá que hiciera fracasar la Conferencia. A alguno se le ocurrió que la única manera era un atentado contra el jefe popular, queridísimo del pueblo, Jorge Eliécer Gaitán. La decisión fue eliminarlo porque la filosofía comunista carece de moral, es completamente maquiavélica, busca el resultado sin importar la bondad o legitimidad de los medios. Ese fue el origen, al parecer, de la muerte de Gaitan.
Rocío Londoño, * Socióloga e Historiador. Profesores Universidad Nacional de Colombia.
Entrevista realizada el 21 de diciembre de 1996 en Arbeláez (Cundinamarca).
Introducción 
Desde mi infancia había oído hablar del "Gobernador Villarreal". Mi padre lo admiraba pues para él don "Chepe" representaba el salvador del régimen conservador el 9 de abril de 1948. Más tarde lo encontraría en la literatura sobre la Violencia de mediados de siglo, como uno de los personajes incontaminadamente azules que dejaron una huella roja en ciertas etapas de su trayectoria política. Mi proyecto de entrevistar políticos colombianos retirados de la vida pública no había previsto a Villarreal. No había oído hablar de él durante años y simplemente creía que había muerto. En efecto, luego de la etapa de despegue del Frente Nacional desapareció de la escena política de manera drástica. Quizás ello explique el que la noticia de su muerte, acaecida a comienzos de abril del presente año, hubiera pasado casi inadvertida. Por esas casualidades de la vida Rocío Londoño se enteró que Villarreal estaba vivo y logró concertarle una cita a finales de 1996 en su casa de campo en Arbeláez, donde residía por razones de salud. Cuando me enteré no
vacilé en pedir que se me permitiera hacer parte del encuentro. Ante la versión escrita de la entrevista el lector se formará su propia idea sobre el interés y el valor de este documento. Para Rocío y para mí aquel diálogo
representó una valiosa experiencia profesional y política. Con mayor fuerza que otro tipo de fuentes, los testimonios orales tienen la virtud de romper los estereotipos y de poner al investigador frente a la ambigüedad de la acción y los
designios de los individuos. Aquel 21 de diciembre, la voz suave de Villarreal fue extendiendo con parsimonia el tejido de hechos que en principio supondrían abruptas mudanzas en el ritmo del relato. Los vehementes discursos del jefe conservador de los tiempos de hirsuto sectarismo, se entrelazaron armoniosamente con los afanes del diplomático preocupado de los preparativos de la boda de un aristocrático amigo, Alfonso López Pumarejo, el expresidente que desde finales de los años veinte agitó a las multitudes con el grito sectario de los tres vivas al Partido Liberal. Asimismo, la bronca voz del Gobernador conservador que en la plaza de Tunja despidió al atardecer del 9 de abril al contingente de soldados paramunos que protegió al Presidente Ospina en su desguarnecido palacio de la capital, armonizó con las frases persuasivas del componedor de la paz frente al caudillo agrario y guerrillero Juan de la Cruz Varela.
Rocío Londoño: Doctor Villarreal, quisiéramos comenzar por sus datos biográficos. ¿Cuándo y dónde nació?
¿Cómo era su familia? ¿Qué recuerda de su infancia?
José María Villarreal: Soy de Soatá, un pueblo que queda al norte de Boyacá en los limites con Santander. Allí nací el 5 de Octubre de 1910, en el hogar de Jesús Villarreal y Soledad Sandoval. Fuimos ocho hijos, cinco hombres y tres
mujeres. De ellos solamente sobrevivimos dos señoras y el menor de los hombres. Mi papá era un terrateniente de pueblo calificado de persona rica, pero cuya renta alcanzaba para muy poco. Hacía parte de esa clase rica entre los agricultores pobres del país. Empecé a darme cuenta de la vida del país, de mi departamento y mi pueblo, entre 1925 y
1930. Antes del 30 Colombia había logrado un nivel bastante satisfactorio de convivencia y respeto entre los
colombianos y los partidos. El país estaba como arrepentido de haber malgastado tan tristemente el siglo anterior en guerras civiles. Mientras otros países de América Latina lograban algún avance en su desarrollo, en esas guerras nosotros destruíamos lo que habían dejado los Españoles. Eso se debió principalmente a errores políticos, al federalismo, a la constitución de Río Negro del año 63 que como dijo Víctor Hugo fue la anarquía mejor organizada que conoció. En fin, tengo el recuerdo que en esa época había lealtad entre la gente, las relaciones entre los dos partidos políticos eran respetuosas, inclusive generosas. Por ejemplo allá en mi pueblo compuesto de doce veredas, diez y media conservadoras y solamente una y media liberal. Me acuerdo que el jefe liberal de Soatá era en mis tiempos el doctor Julio Vargas, un tunjano muy distinguido. Se fue de joven al pueblo, recién graduado, y se quedó por allá. Cada jefe de familia tenía en su pesebrera un caballo y todos los días, hacia las cinco de la tarde, solían encontrarse en la esquina de la plaza a negociar las cargas de pasto de alfalfa, el mejor para alimentar a los animales. Se encontraban jueces superiores, jueces del circuito, el prefecto de provincia y los abogados litigantes. Habría unos diez abogados y unos seis médicos, de los cuales el principal era el doctor Vargas, un hombre sumamente estudioso. Cuando pasábamos bien de mañanita a la finca lo mirábamos por la ventana estudiando. Leía revistas francesas e inglesas de medicina, manteniéndose al día. Un día los liberales se tomaron algunos brandys - lo que se tomaba en aquella época-, y al
pasar a caballo frente a los conservadores el doctor Vargas grito "¡Viva el gran  Partido Liberal!". Los conservadores se
sobrecogieron pero la cosa no pasó de ahí; al otro día los visitó a todos pidiéndoles excusas por su grito desproporcionado. Pero las relaciones cordiales entre los partidos se acabaron del año 30 en adelante, cuando se acabó la mal llamada hegemonía conservadora porque siempre hubo participación liberal. Eso fue lo que le permitió
mantenerse en el poder, el partido conservador no fue excluyente. Desde la reforma constitucional del general Rafael Reyes, un hombre extraordinario, hubo participación por lo alto, no de lentejos de mala categoría sino de los principales hombres del partido liberal.
Tomado de la revista Análisis Político de la Universidad Nacional.  Esta es la entrevista completa  Análisis Político, Nro. 38 - Entrevista con José María Villarreal.
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