Hablan con una superioridad moral que crispa los nervios. Cuando opinan en redes sociales sobre lo que una mujer debería hacer con su cuerpo se convierten en padres ejemplares, llenos de amor y tiempo para darles a sus hijos. Cuando estos nacen se transforman inmediatamente en el papá colombiano promedio: irresponsable, insensible, brutal. Detrás de cada próvida hay un maltratador de mujeres. El solo hecho de opinar sobre lo sagrado que es la concepción de un hijo de Dios en el vientre de una mujer los hace parte de la descomunal caterva de machistas asquerosos que andan por las calles colombianas como zombies hambrientos. Hace poco leí una encuesta, el 45 % de los jóvenes colombianos no tienen a nadie a quien contarles sus problemas. Los papás siempre van a hacer sus inquisidores, sus enemigos, los castradores. El último árbol que buscarán en el desierto de sus vidas para que les dé sombra.
El caso de la mujer que decidió abortar a los 7 meses de gestación ha envalentonado a los Provida. No han necesitado saber mucho sobre la larga lucha que dio esta mujer para poder abortar, las trabas que un estado misógino le puso cada vez que preguntó por la manera de sacarse de su cuerpo la semilla de un hombre que ya no quería, para darle la razón al papá de la criatura en su indignación tuitera por lo que él considera un crimen. No han leído el expediente ni han sopesado las razones que ha tenido Profamilia, una de las instituciones más serias y eficientes de Colombia, para aprobar algo tan peligroso como puede ser un aborto a los 7 meses. Nadie se puede hacer con gusto un aborto y menos en ese estado tan avanzado. Nadie conoce las razones que tuvo esta mujer para tomar esta decisión. Por la manera como hizo público el caso y entregó a las huestes católicas del país a su pareja para ser linchada socialmente, uno puede imaginarse muchas cosas sobre el trato que le daba este papito bueno y católico a su pareja.
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Este es un nuevo episodio más de la guerra que en este país se les hace a las mujeres, una guerra que deja violadas, empaladas y asesinadas a miles cada año
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Y ahora es un padre ejemplar e incluso muchos medios muestran el caso, con una irresponsabilidad y una misoginia satánica, como un asesinato. Terrible que la labor de Profamilia sea denigrada por este caso sin conocer el contexto, sin saber que en un 93 % de los abortos que aprueban lo hacen con mujeres que no sobrepasan el mes de embarazo, que si hicieron un aborto a los siete meses fue porque lo que le esperaba al niño en este mundo era algo infernal, como le sucede a la mayoría de los niños en el Chocó, en la Guajira o en el Catatumbo.
Y lo llaman Juan Sebastián cuando, lo siento mucho, aún era un feto, y quieren tomar este caso para deslegitimar la valiente lucha de mujeres como Mónica Roa para que una mujer tenga el derecho de hacer con su cuerpo lo que quiera. Este es un nuevo episodio más de la guerra que en este país se les hace a las mujeres, una guerra que deja violadas, empaladas y asesinadas a miles cada año. Una guerra que se legitima y se extiende en redes, ese territorio en donde cada vez es más aceptable decir que si la novia de uno me pone cachos puedo meterle 110 tiros, como posteaba el asesino de las dos estudiantes de la UIS.
Ojalá que todo este vendaval no termine haciéndole daño a Profamilia, una de las pocas instituciones que defiende a rajatabla a las mujeres en este país de feminicidas.
