Son gente muy tesa, leen mucho, viven informadas, no dudan en dar su opinión sobre temas de actualidad y siempre tienen un ejemplo de algo muy similar que ocurrió al otro lado del mundo. Cuando llegan las elecciones todos hacen encuestas y buscan analistas que interpreten los resultados. Son ellos los que descifran esos número muertos y predicen lo que va a pasar, o lo que según ellos debería pasar. Dadas las debacles de este año en materia de predicción estadística barata, los encuestadores andan buscando escondederos a peso. Fallaron en el Reino Unido con el Brexit, fallaron en Colombia con el plebiscito y fallaron en unas elecciones tan largas e importantes como las de los Estados Unidos. Los analistas siguen ahí, demostrando lo poco que conocen a la gente.
Interpretan la actualidad teniendo en mente procesos históricos que conocen y entienden muy bien, pero lo hacen desde sus columnas en los periódicos, desde las pantallas de televisión y desde las redes sociales. Lo hacen desde alguna capital fría a pocos metros de los edificios gubernamentales. No conocen las pasiones, miedos y sueños de la gente del común. Quedan perplejos cuando la gente dice no a la Paz o a seguir en la Unión Europea, o cuando dice sí a alguien como Trump. Naturalmente, echan la culpa a las firmas encuestadoras por las técnicas usadas y a la campaña del candidato u opción perdedora por no haber interpretado bien al pueblo, cuando supuestamente son ellos los que tienen las herramientas intelectuales para hacerlo.
Dejemos de encuestar y dejemos de analizar los comportamientos futuros de los pueblos. Las matemáticas no sirven para medir sentimientos ni frustraciones.
@S118Inn
