Ante la burbuja de pánico y emergencia económica que está preparando el gobierno en su afán de maquillar como recesión la ausencia de consumo de bienes y servicios, mucha veces inútiles, y con motivo del virus, lo razonable, inteligente y generoso en este momento sería mantener la cuarentena como mínimo un mes más y subsidiar sin retorno monetario ni de ninguna otra clase a los medianos y pequeños empresarios para que sostengan las nóminas y a los campesinos que nos aseguran la producción de alimentos.
Igual debería hacerse para atender el volumen de desempleados. El dinero está en el presupuesto para la guerra, en la agria economía naranja, en las fiducias fantasmas, en las caprichosas reservas internacionales, en las utilidades del asaltante sector bancario, en las caletas de los narco/políticos y los saqueadores de la salud y de los demás servicios públicos esenciales, en las asignaciones escandalosas de los congresistas, en los absurdos y discriminatorios esquemas de seguridad, en los fondos sin aplicar para la protección de los líderes sociales y en los abultados bolsillos de los ladrones de la infraestructura. Si buscamos, con seguridad hay mucho más.
No permitamos que nos lleve la sombra que desfigura los legítimos anhelos de vivir con dignidad, aquella que bien sabe aplastar el bullicio del mercado, ese mercado que no se detiene y cuyo flujo han de pretender, tarde o temprano, que paguemos vía servicios públicos créditos y costos de la frágil canasta familiar.
Es la hora de evitar que los parásitos de la bajeza nos sigan asesinando la esperanza. Por esos motivos contundentes, es la hora de hacer efectivo el confinamiento ante los medios de comunicación, tan deplorables casi todos ellos, ante la producción y manejos que arrasan con todo lo presente y gran parte de un valioso pasado. Confinémonos ante el consumo de ostentación, ante los abusos de los créditos bancarios, ante un estilo de vida inadecuada.
No caigamos en la tentación del frenetismo y salir después del encierro al desquite por obtener todo aquello que nos quitaron de la perspectiva pero que en realidad nunca hemos tenido. Confinémonos ante el apego vano y las nostalgias del paraíso prometido con perdón o no, pues la vida mejor, la búsqueda de la felicidad o la ilusión de que lo mejor está por llegar no se resuelven con arrebatos, y menos si son de mago mediocre con la bolsa llena de trucos y un poco de dinero para el día.
Se trata de buscar una paradójica abundancia frugal, con unos deseos más intensos y a la vez con la tranquilidad de una vida más liviana aunque con la certeza de un día completo. El formato de la muerte tiene muchas versiones, pero el final de la existencia individual es igual de simple para todos, por tanto la vida que construimos pudiera estar navegando en acontecimientos llenos de dichas sencillas, y no naufragando en el vicio de tener más.
Lo inteligente es resistir, emanciparnos y estar preparados para zafarnos solidarios y erguidos de esta humillante noria.
