Lo de Venezuela no es tan fácil
Opinión

Lo de Venezuela no es tan fácil

El restablecimiento de lazos comerciales con Venezuela es buena noticia, pero no bastan las buenas intenciones cuando hay en el panorama obstáculos de peso

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enero 17, 2023
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Las relaciones económicas con Venezuela han sido interferidas en gran medida por obsesión de los gobiernos de Colombia de priorizar los tratados de libre comercio como fundamento de su política comercial.

En 2007, un año después de que Hugo Chávez declarara el retiro de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, CAN, las exportaciones colombianas a ese país fueron de USD 5.270 millones de dólares. En 2009 el mandatario venezolano afirmó que no compraría más productos colombianos. En 2012, un año después de que se protocolizara la salida, llegaron apenas a USD 2.555 millones. A partir de allí siguieron cayendo hasta caer en 2021 a 331,2.

En 2007 las importaciones hechas por Colombia desde Venezuela fueron USD 1.304 millones, en 2012 se redujeron a US$ 502,5 millones y en 2021 apenas totalizaron USD 62,6 millones.

Colombia rompió relaciones diplomáticas con Venezuela en julio de 2010 durante el gobierno de Uribe y apenas un mes antes de posesionarse Santos. Uribe acusó a Caracas de alojar fuerzas insurgentes.

Durante el gobierno de Juan Manuel Santos, aunque las exportaciones bajaron con respecto a sus máximos históricos, se mantuvieron en un promedio de USD 2.000 millones anuales. Las importaciones siguieron cayendo, aunque promediaron alrededor de USD 400 millones

En mayo de 2012 había entrado en vigencia el TLC con Estados Unidos, justamente la razón esgrimida por Chávez para retirarse de la CAN, hecho paralelo a la caída drástica de las exportaciones a ese país.

El comercio con Venezuela se marchitó progresivamente, a pesar de que durante el gobierno de Santos se tuvieron relaciones normales con ese país, más allá de las diferencias ideológicas. Los acuerdos incluían el pago de deudas a los exportadores colombianos, estimadas en cerca de USD 800 millones de dólares; también un acuerdo de libre comercio a fin de subsanar el intercambio comercial que dejó de fluir tras el abandono de Caracas a la CAN; proyectos binacionales en la frontera; la voluntad de adelantar obras de infraestructura a gran escala y de mutuo beneficio y el compromiso del presidente Chávez de no permitir la presencia de grupos al margen de la ley en su territorio.

El 14 de enero de 2011 presentó cartas credenciales el nuevo embajador de Venezuela en Colombia, Iván Rincón Urdaneta. Las relaciones reestablecidas pretendían normalizar los tradicionales lazos comerciales con un país que llegó a ser el principal destino de las exportaciones con valor agregado de Colombia y, al mismo tiempo, aprovechar los nexos que se crean en la extensa frontera. El acuerdo se hizo a sabiendas de que subsistían las diferencias políticas.

Se suscribió con Venezuela un Acuerdo de Alcance Parcial que entró en vigencia desde octubre de 2012, que reemplazó lo dispuesto dentro del marco de la CAN y cuya aprobación definitiva culminó en 2016.

Es evidente que el decaimiento de las relaciones económicas con Venezuela tiene muchas causas. La principal de ellas es que Colombia perdió interés en la integración con ese país debido a que la estructura de su comercio exterior está rígidamente determinada por los tratados de libre comercio, especialmente el negociado con Estados Unidos, que ha debilitado el aparato productivo, especialmente el industrial, con la consecuente pérdida de capacidad de diversificar la oferta exportable. Esto hizo que, en el mapa de las relaciones comerciales, el peso del comercio mutuo haya tenido un lugar cada vez menor para convertirse en algo prácticamente insignificante, convirtiéndose en el destino número 15 de las exportaciones e importaciones colombianas y el séptimo en las de Venezuela, muy por debajo de Estados Unidos, que le ha aplicado innumerables sanciones.

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El hecho de que se plantee una nueva negociación del Acuerdo de Alcance Parcial enfrenta numerosos obstáculos.

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El restablecimiento de los lazos comerciales con Venezuela es una buena noticia, pero no bastan las buenas intenciones. El hecho de que se plantee una nueva negociación del Acuerdo de Alcance Parcial enfrenta numerosos obstáculos. Uno de ellos, que numerosas empresas venezolanas sufren sanciones por parte del gobierno estadounidense, por lo que el actual gobierno colombiano, celoso en preservar sus relaciones con Estados Unidos, al parecer se cuida de violarlas. El otro factor es que Venezuela tendrá que ser vigilante en la negociación de las normas de origen para que no se le cuelen a través de los TLC productos que vulneren aún más la decaída producción de ese país.

Aunque arroja unas cifras recientes de crecimiento, la economía venezolana sigue dependiendo de los productos mineroenergéticos. La continua devaluación de la moneda sigue obligando a manejar su comercio en dólares, lejísimos de las posibilidades de negociar en monedas nacionales y aún más de la propuesta de una moneda latinoamericana.

Por otra parte, el comercio exterior colombiano sigue dependiendo de los TLC y de los condicionamientos de Washington. Y aunque todos los pasos en la relación con Venezuela han sido consultados obedientemente con la Casa Blanca, según lo ha confesado el embajador de Colombia, Armando Benedetti, a la fija los temas comerciales y de inversión también tendrán que recibir el visto bueno de la Casa Blanca, que a pesar de haber relajado un tanto su actitud hacia Venezuela, por la crisis petrolera, está obligada a sopesar, para mantener las sanciones, la nueva composición del Congreso, con mayor presencia republicana.

No puede subestimarse el papel que juegan las relaciones políticas y personales entre los mandatarios, pero sus vaivenes han estado determinados más por factores estructurales ligados a las tendencias económicas regionales y mundiales que por la amistad, la enemistad o las simpatías.

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