El 28 de abril se ha convocado un paro nacional con el fin de protestar en contra de una de las políticas públicas más impopulares de los últimos tiempos. Esta reforma hace parte de las últimas puntadas de lo que fue la presidencia de Iván Duque.
Con eso en mente, sabiendo que estamos a puertas de las próximas elecciones del ejecutivo y a menos de un año y medio de las elecciones del legislativo, hacer una reforma tributaria en estos tiempos poscuarentena, con el tercer pico la pandemia, es una medida desesperada e improvisada de una administración que hoy enfrenta una tasa de informalidad del 60%, un aumento de la pobreza de casi el 48 % y un déficit fiscal que va en decadencia (el año 2019 cerró con déficit del -2.5%; el año 2020, con -7.8%; y para este año 2021 se pronostica el -8.6%).
Con la pandemia, los países tuvieron que aumentar el grado de inversión social, Colombia no fue la excepción. Hoy nos enfrentamos a un problema que se debe solucionar. La situación fiscal actual del país es insostenible y una reforma es inaplazable. El endeudamiento es del 54,8% del PIB (Producto Interno Bruto). Además, la disminución de las calificadoras internacional de riesgo "refleja el probable debilitamiento de las métricas fiscales del país, por cuenta del menor desempeño de la economía". Esto obliga a buscar soluciones, lo cual pone a los dirigentes políticos como desalmados técnicos.
Aunque a través de la llamada "ley de solidaridad sostenible" se pretenden mejorar las finanzas del Estado, simplemente se deja al descubierto que los grandes funcionarios, a través de esta nueva reforma, quieren aumentar la carga del tributo a la clase media y así poder reinstaurar el hueco fiscal que dejó la última reforma tributaria del 2018; donde se reformó el impuesto al capital, permitiendo que los que tienen más paguen menos.
Salir a las calles es una de las medidas de hecho más efectivas que tiene un pueblo para alzar la voz frente a sus dirigentes. En este momento el país vive el tercer pico de la pandemia, con unidades de cuidados intensivos iguales o superiores al 90%, y con una progresión de la vacunación de menos del 1% de la población. Así pues, protestar es una medida absurda, que simplemente agudiza la razón por la que se implementa esta reforma al tributo. Levantemos la voz, pero no en las calles, seamos creativos.
Es necesaria una reforma al tributo, pero de forma equitativa, que permita que los más vulnerables y la clase media no sean quienes se les recueste los impuestos, como el aumento del IVA (Impuesto al valor agregado) a productos de uso básicos y necesarios. Estamos pasando por una situación difícil que es necesaria solucionar.
