Las escenas dramáticas suscitadas con origen en el paso al más allá muestran siempre rostros compungidos, cuerpos desmadejados en demanda de consuelo, lágrimas y gritos que solo consiguen dejar una huella en el posterior camino de los que siguen vivos, y frases desgarradoras a través de las cuales los familiares del muerto, expresan inconscientes toda la ansiedad que los consume, al saber a ciencia cierta que lo misterioso y desconocido ha entrado como fardo en el hogar, antes tranquilo y sosegado.
¡Qué distinto seria todo si el acto de morir estuviese delineado de otra forma!
Ningún temor, ni siquiera una sombra de duda acosaría, si la muerte, ahora inconcebible, fuera un paso voluntario e inequívoco, realizado cuando las aspiraciones de la vida hubieran dejado en el espíritu el dulce cansancio de los logros.
Cuando un personaje, por sencillo que fuera, decidiera abandonar del todo este evolucionado mundo, con la simpleza del acompañamiento a un cumpleaños lanzaría un comunicado corto y sencillo, mediante el cual anuncia el abandono de la vida: es decir su propia muerte.
Llegado el día, los amigos, trago en mano, acudirían en tropeles para brindarle la más alegre y deliciosa despedida acorde a la magnitud del acontecimiento, como si se tratara a la vez de un viaje a un país remoto y lejano, y de una frenética demostración de cariño y amistad, en reconocimiento a todas aquellas acciones, positivas o negativas, desarrolladas en el mundo mientras se aprendió a vivir, y por supuesto se estuvo vivo.
Fulano de tal, diría la convocatoria, se permite invitar a usted a la ceremonia de su muerte, a celebrarse en la carrera X con calle Y de esta ciudad, el día 13 de diciembre, por ejemplo, a partir de las 2 de la tarde. Traje de calle, informal. Se encarece puntual asistencia.
Organizada la fiesta, todo será un festín con música, bebidas sin frontera, ocurrencias, gente, amistad y más amistad, aprecio, estimación, y en fin, todos aquellos sentimientos que en el transcurso de la vida, por el vértigo de los horarios de trabajo, no fue posible expresar en toda su intensidad.
El protagonista, derrochando entonces euforia y entusiasmo a más no poder, en anuncio amplificado por la tranquilidad de las propias decisiones, en el acto más grandioso de la vida diría a todos la llegada del momento decisorio.
Ya para entonces, las acciones, pensamientos, y deseos concebidos en los años anteriores, habrían dejado una secuela de satisfacción y orgullo en el corazón del presente “moribundo”.
La vida, abocada en todos sus frentes y posibilidades, debería haber quedado tan arraigada y sentida en el surco de los más grandes deseos afrontados, que no habría más alternativa que decidir en consecuencia por el alegre acto de morir, y en consecuencia hacerlo plenamente.
Una vez hecha la advertencia, como un electrodoméstico glorioso al que se quita la corriente para que cese de una vez por todas sus funciones, el hombre, quitando la conexión de su propia fuente de energía, se iría adormecido dulce y definitivamente, mientras los aplausos, las manos agitadas en actitud de adiós, las sonrisas leales y afables, y la música incrementada hasta el estruendo, enmarcarían los corrillos alegres y optimistas donde se empiezan a cotejar los nombres, de nuevos y posibles candidatos, apreciados y pletóricos, que quieran desencadenar una celebración tan convulsiva.
