La mujer que se quedó soltera

La mujer que se quedó soltera

¿Por qué este estado civil ha sido mirado con desprecio?, ¿por qué la mujer que se queda soltera se ha visto como un ser incompleto e infeliz?

Por: Laura Cecilia Bedoya Ángel
marzo 08, 2021
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La mujer que se quedó soltera
Foto: Pixabay

Para el Día de la Mujer

“Doña Rosita es la vida mansa por fuera y requemada por dentro de una doncella granadina, que poco a poco se va convirtiendo en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España”. Así describía Federico García Lorca a la protagonista de su obra Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores.

Y la génesis de esta pieza teatral está en la presencia de su amigo Moreno Villa quien le recitó el poema La rosa mutabile de un libro de rosas del siglo XVIII, y nada más terminar la declamación, García Lorca ya tenía listo el texto; veamos, doña Rosita tiene un tío botánico y consigue una flor que él llama la rosa mutábile, flor que por la mañana es roja, más roja al medio día, a la tarde blanca, y por la noche se deshace.

Esta flor será el símbolo del transcurso del tiempo en una mujer como doña Rosita, y dice el poeta que ella es el espejo en el que se verán reflejadas muchas damas maduras de España. En realidad, la conclusión de su discurso teatral es el siguiente: “¿Comedia he dicho? Mejor sería decir el drama de la cursilería española, de la mojigatería española del ansia de gozar que las mujeres han de reprimir por fuerza en lo más hondo de su entraña enfebrecida”. Es decir, es un drama al que se le pone la otra máscara, la de la comedia.

Siguiendo con el hilo, Rosita lee en el libro de las rosas:

Cuando se abre en la mañana

roja como sangre está;

el rocío no la toca

porque se teme quemar.

Abierta en el mediodía

es dura como el coral,

el sol asoma a los vidrios

para verla relumbrar.

Cuando en las ramas empiezan

los pájaros a cantar

y se desmaya la tarde

en las violetas del mar,

se pone blanca, con blanco

de una mejilla de sal;

y cuando toda la noche

blanco cuerno de metal

y las estrellas avanzan

mientras los aires se van,

en la raya de lo oscuro

se comienza deshojar.

Todo esto permite dar una ojeada al nombre de un estado civil que ha sido mirado con desprecio, porque la mujer que se queda soltera se ha visto como un ser incompleto e infeliz debido a que no tiene un hombre a su lado, prejuicio validado por muchos años en la sociedad y es que su destino estaba marcado en la búsqueda de un marido. Sumar a todo esto, el chiste, las exclamaciones de este talante ¡pobrecita!, ¡qué mala suerte! y otras afines. Para cerrar con broche de oro se añade la mutación de sus derechos civiles, el manejo de las propiedades, transacciones comerciales y otras arbitrariedades.

La mujer que se quedó soltera ha sido tema en el teatro, en la mitología, en la poética, y en el tango, que es el asunto que me ocupa para trabajar en este artículo. Pues bien, sus versos reproducen la ideología de la sociedad traducida en un lenguaje de conmiseración y así encontramos esta metáfora de Enrique Cadícamo cuando compara la vida de la mujer soltera con la “puesta de sol”, y una existencia que se define como el final de un día que pueden ser todos los días en los que no aparece la luz.

Ese gran músico que fue Agustín Bardi acompañó un tango llamado por Cadícamo Nunca tuvo Novio (1930), historia que pudo ser cercana a la del granadino en Rosita la soltera (1935). La cercanía de las dos composiciones estaría dada no solo en la idea sino en el hecho de que en 1930 se inicia lo que se ha llamado la década infame en la Argentina y 1935 es período de preguerra, se acercaba la Guerra Civil Española.

Pobre solterona te has quedado

sin ilusión, sin fe...

Tu corazón de angustias se ha enfermado,

puesta de sol es hoy tu vida trunca.

Sigues como entonces, releyendo

el novelón sentimental,

en el que una niña aguarda en vano

consumida por un mal de amor (...)

En ambas escenas, en la del tango y en la de la obra de teatro aflora la frustración en el mundo femenino de entonces, que aún no se ha instalado en la ruptura de lo atávico y el tiempo para ellas corre en la soledad de la espera del matrimonio, y hablo del tiempo de entonces porque aunque superviven rastros de esa ideología, se han presentado movimientos que han cuestionado aquel estado de cosas. Hoy en muchos países la mujer puede elegir su soltería sin temor al entorno social y ha luchado por sus derechos civiles con la condición de ser respetada aunque no esté en compañía de un varón.

Para resumir un poco y terminar el artículo, esta composición teatral que expuso la espera de Rosita en un intercambio de cartas cuando su novio viajó de Granada (España) hasta la Argentina, y en la que la unidad de medida del paso de sus años fue la transformación de la rosa mutábile, así la joven se ve atrapada en la última estación de su vida con un novio lejano que se casó con otra dama tucumana y dice: “Ya soy vieja. Ayer le oí decir al ama que todavía podía casarme. De ningún modo. Ya perdí la esperanza de hacerlo con quien quise con toda mi sangre, con quien quise y... Con quien quiero. Todo está acabado... Y sin embargo la esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretase sus dientes por última vez... Después de todo, lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres. Me molestan esas miradas de lástima que me perturban y me indignan”.

Así transcurrían las reflexiones de la protagonista a través del jardín de su tío. Un personaje de la obra dice:

-Solterona 1°:

Las flores tienen su lengua

para las enamoradas.

-Rosita:

Son celos el carambuco;

desdén esquivo, la dalia;

suspiros de amor, el nardo,

risa, la gala de Francia.

Las amarillas son odio;

el furor, las encarnadas;

las blancas son casamiento,

y las azules, mortaja.

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