La minga es Colombia

La minga es Colombia

"Confiamos en que queden con nosotros su fuerza y su decisión para que aprendamos a exigir nuestros derechos y a construir el futuro de todos"

Por: José Ignacio Correa M.
octubre 19, 2020
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La minga es Colombia
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

Bienvenida la visita. Es Manuel Quintín Lame quien llega. Es José Gabriel Condorcanqui–Tupac Amarú quien llega. Es la cultura vilipendiada durante cinco siglos, es la vida humillada, es la marea humana la que llega a remover nuestra impasibilidad.

Esta minga no es otra cosa que la reiteración de las luchas de ayer y de hoy, de nuestras utopías derrotadas que, contra todo pronóstico, llegan a la capital a plantarle cara a un gobierno que se desentiende de los indígenas, como ayer otros lo hicieran con los liderados por Manuel Quintín Lame, a quien los acaparadores de tierras y libertad, como el poeta devenido senador Guillermo Valencia, persiguieron con saña y todo el poder de la in-justicia y el establecimiento. No podremos olvidar jamás que el autor de los lánguidos camellos tuvo tanta injerencia en los más de cien encarcelamientos que sufriera Lame y no podremos olvidar que hoy, su bisnieta y avinagrada cara del partido de gobierno, continúa la tarea del bardo politiquero y sus ancestros caucanos.

Esta minga es el eco consecuente y valiente del sacrificio de Tupac Amarú, quien consideraba que otro mundo era posible, en el que no existiese la explotación y el aniquilamiento de la raza indígena americana y, a cambio, sí tuviese cabida —junto con los demás pobres de la patria— en la dirección de sus propios destinos. Su tortura y posterior descuartizamiento por parte de autoridad española pareciera reiterarse en cada líder que cae en nuestras tierras, en cada muerto que deja esta nueva guerra en que nos han metido la ambición y el odio de quienes se aferran —como lapas mezquinas— al poder que se hereda y manosea.

Mucho tiene Colombia que aprender de esta minga. Son tantas las enseñanzas que, quiéranlo o no, van sembrando estos ciudadanos de la nueva sociedad que sin mucho esfuerzo tendremos que avanzar con ellos por la senda de dignidad que van dejando a su paso, sin estridencias, sin maltratos, sin violencia, porque les asiste la razón, porque nos asiste la razón y porque con ellos viaja también la esperanza.

Y es que, como dijera Quintín Lame, “hace cuatro siglos que esperamos ser atendidos y, a pesar de ello, aún confiamos”, mantenemos viva la esperanza de un país mejor, de una sociedad en la que tengan cabida todos sus ciudadanos y no solo un puñado de seres privilegiados, un país en el que nos reconozcamos como colombianos en igualdad de derechos y de oportunidades, un país de todos y para todos. Y esta minga marca el camino del futuro o, de lo contrario, no estaría tan inquieta toda la caterva retardataria que viene moviéndose en contra de ella. Igual ocurría con Valencia y sus desaforados discursos en el Congreso en contra del líder indígena que tanto resquemor le generaba. Y, por ello, mantenemos la esperanza firmemente agarrada con las dos manos.

Y, como si no lo notara el mundo, estos diez mil y más que hoy llegan a Bogotá encienden el fervor de millones de derrotados de este país, de este continente que marcha y que cree en el futuro. Las voluntades encendidas y el apoyo demostrado por los habitantes de pueblos y ciudades por donde pasó la caravana nos dicen que no está lejano el cumplimiento de profecía de Tupac Aamarú: “Tikrashami hunu makanakuypi kasha”, es decir: “Volveré y seré millones”, porque los derrotados de ayer están encontrando su discurso, su lenguaje preñado de dignidad y libertad.

Por todo, ¡bienvenida la visita! Y esperamos que esta no sea una visita solamente. Confiamos en que queden con nosotros su fuerza y su decisión para que —con ellas— aprendamos a exigir nuestros derechos y a construir el futuro de todos, con todos los colombianos de buena voluntad.

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