Desde que el presidente Iván Duque la llamó personalmente para anunciarle que sería la nueva cónsul de Colombia en Orlando, los días de Claudia Bustamante han sido agitados. Antes de tomar el vuelo directo a los Estados Unidos tiene que dejar hasta el último detalle al margen, incluido una cena familiar junto al expresidente Álvaro Uribe para agradecerle su supuesta mediación para ese nombramiento, después de 16 años de amistad.
La pasión por Uribe nació en un velorio. El tío de su esposo, Julio Ernesto Urrea, murió en mayo del 2003. Apenas empezaba su primer periodo presidencial y Uribe había viajado a Medellín para despedir a su amigo, uno de los diez hermanos Urrea fundadores la marca de ropa interior Leonisa. Bustamante admiraba al político desde su paso por la Gobernación de Antioquia. Había votado por él en las elecciones presidenciales del 2002 pero, al darle la mano esa noche, sintió que algo en su vida había cambiado. Terminaba sus estudios de derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana y encontró en Uribe una inspiración.
Lo volvió a ver siete años después cuando otro tio de su esposo, Joaquín Eduardo Urrea, moría a los 85 años de edad. Uribe volvía a estar acompañando a la familia en su duelo en Medellín. El presidente se refirió al patriarca empresarial como un “pionero industrial de máximo nivel”. Bustamante no podía quitarle los ojos a las manos blancas pero se sorprendió aún más cuando la saludó por su nombre: “Lo siento mucho Claudia”.
En esa época, según Bustamante, ella era la Gerente General y representante legal de Calvin Klein en Colombia. Decidió abrir su cuenta de Twitter para informarle a la gente los movimientos de la marca en el país. En octubre del 2010, al ver a Juan Manuel Santos, recién posesionado como Presidente de la República, reunirse en Santa Marta con Hugo Chávez Frías y abrazarlo, trinó furiosa contra lo que ella consideraba una traición a Uribe. A partir de allí su cuenta de Twitter se convirtió en una de las trincheras uribistas más conocidas de la red. Seis años después Claudia Bustamante tiene 80 mil seguidores y en la pasada campaña del No se dedicó, sin cobrar un peso, a organizar actividades, como el bus pedagógico del No o recoger doscientas mil firmas para que la gente le diera la espalda al referendo con las Farc.
Se volvió una amiga incondicional de Álvaro Uribe con el que comparte momentos privados. Fue la escogida por el ex Presidente para que lo acompañara, como único testigo, a la reunión privada con Santos en la base de Rionegro, para recibir de parte del Presidente Santos el anuncio de que la paz con las Farc estaba firmada en septiembre del 2016. Una reunión de alto calibre político del que Bustamante guarda el secreto, como en muchos de los encuentros personales que ha tenido con Uribe. Aunque en algunos no duda en compartirlos.
Lo ha visto en un viaje a Salgar cargar en sus piernas a Gerónimo, su único nieto. Mientras el niño le va preguntando por el paisaje el líder del Centro Democrático le va respondiendo con ternura y precisión. Lo ha visto en Nueva York salir de una reunión con el magnate australiano Rupert Murdoch con crocs y morral terciado, con la misma frescura que visita a sus fervorosos seguidores en Santuario o Copacabana.
Esa cercanía con el ex presidente le ha granjeado enemigos. Sobre ella han dicho que pertenece a un grupo llamado el G 14, integrado por Daniel Sanín, un abogado que, según rumores, tuvo un contrato con el Congreso de la República, Camilo Guzmán, miembro de la UTL de la senadora Paola Holguín y el ex columnista de El Colombiano Pablo Jaramillo Vasco. Políticos como Alonso Salazar han sentido la furia que destilan sus ataques programados, repetidos, incesantes de estos twitteros incondicionales de Álvaro Uribe. Incluso dentro de las mismas toldas del Centro Democrático hay quienes su fervor les provoca resquemor y les molesta una cercanía con el ex presidente que algunos juzgan inexplicable y exagerada
A sus 43 años Claudia Bustamante ignora los ataques constantes de Martín Santos y las amenazas virtuales que le han hecho seguidores de las Farc. Cada vez que puede va a una rumba de música electrónica y hojea El político, el libro que le regaló la senadora Paola Holguín. Pero su única obsesión sigue siendo alimentar su cuenta de Twitter, la trinchera uribista más popular de la red. No descansará, según ella, hasta que el uribismo vuelva al poder y extirpe lo que ella considera “una plaga comunista”.
