Desde el inicio de este texto aclaro que mi intención no es suscitar a la supuesta lucha de clases. Aunque esta sea una realidad.
Indagando me siento, y me imagino a otras personas compartiendo dicho sentimiento, por lo acontecido en estos dos días de protesta, en el paro nacional que se está llevando a cabo. La protesta pacífica ha sido la protagonista de estas jornadas, aunque los medios de comunicación masivos se ensañen en mostrar lo contrario y tildar a todos los manifestantes de vándalos, con esto no estoy negando que haya desadaptados que manchan la protesta.
No se imaginan la cantidad de expresiones culturales tan bellas con las que los marchantes se manifiestan y las historias tan conmovedoras con las que uno se puede encontrar.
Pero la indignación que siento va más allá de lo que hacen los medios de comunicación al servicio del establecimiento. En realidad, me duele ver a manifestantes y policías agrediéndose entre sí. Sé que es reprochable la actitud por parte de la policía; pero pienso que también lo es la de algunos manifestantes.
No soy partícipe de ese cuento de las “manzanas podridas”, esos son pajaritos de colores. La realidad es que la estructura y el adoctrinamiento que reciben los policías en las aulas, por parte del Estado, los obliga a comportarse así. Ya es parte de su naturaleza actuar con sevicia frente a algo que no les agrade. Por otro lado, están las personas que salen indignadas a recorrer las calles, las cuales se dejan seducir violentamente por el otro bando. Esto también ocurre, al contrario.
Es algo ilógico que se enfrenten personas, las cuales sufren los mismos abusos por parte del gobierno de turno. El policía y el manifestante, antes de todo, son ciudadanos, que de una u otra forma sufren las repercusiones de las decisiones de la clase política. Esa clase que nos mira con asco desde arriba.
Yo le pregunto a mis amigos marchantes ¿creen ustedes que al patrullero no le preocupa o no lo indigna la reforma tributaria? Yo pensaría que sí. Pero, aun así, debe acatar una orden de su trabajo; la cual, si es incumplida, le traerá consecuencias.
De igual forma, le pregunto a mis amigos de uniforme, ¿creen que las familias de las personas que salen a protestar merecen que uno de sus seres queridos muera o resulte mutilado por parte de sus acciones? No creo tampoco, esa persona o esa familia pueden ser sus vecinos.
Este es un llamado a la reflexión, para que seamos conscientes y nos demos cuenta de que tanto ellos como nosotros, hemos sido violentados y despojados culturalmente, de cosas que por derecho deberían pertenecernos. Una educación digna, un valor de servicio real y solidaridad entre nosotros.
No caigamos en el juego, démonos cuenta de a quién le conviene todo lo que está pasando. Ellos no van a llorar nuestros muertos.
¡Viva el paro nacional!
