La diferencia entre “inmoral” y “amoral”
Opinión

La diferencia entre “inmoral” y “amoral”

Un país debe preparar gerentes que piensen primero en términos morales y éticos, antes que económicos

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febrero 06, 2016
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Empecemos por decir que ambas palabras tienen una connotación negativa, de eso no hay duda. Pero yo quiero discutir aquí lo peligroso de la segunda (i.e., “amoral”), debido a la importancia que le hemos dado a las corporaciones y al mercado, por encima de los estados y, peor aún, de las personas.

Hace poco leí un artículo en el que se discuten los grandes problemas morales y éticos que tienen los grandes bancos. Este no es un tema nuevo ni poco tratado, mucho menos desde la Crisis Financiera de 2008 en los Estados Unidos, debido al papel central que desempeñaron los grandes bancos como causantes. Joseph Stiglitz analiza muy bien lo sucedido en su libro La gran brecha.

Del artículo, me llamó mucho la atención la discusión que presenta el autor acerca de los problemas que trae consigo el tremendo poder que han adquirido estas instituciones a nivel mundial y local, y la peligrosa mezcla de ese poder con el proceso de globalización. El autor menciona algo muy interesante: la diferencia entre “inmoral” y “amoral”. Dice: "Gordon Gekko fue inmoral, ya que infringió la ley deliberadamente. Lo mismo que el Lobo de Wall Street. Amoral, sin embargo, significa que los términos “bien” y “mal” simplemente no toman parte en el proceso de toma de decisiones. La pregunta es si algo es permitido y, si lo es, la única pregunta que queda es acerca del riesgo de reputación: ¿cómo se va a ver esto en las noticias?".

Pónganse a pensar en lo delicado que es esto. Las empresas no tienen ninguna obligación legal de obrar ética y/o moralmente, solo deben acatar la ley. Por ejemplo, empresas como Google y Apple, resalta Stiglitz, se han vuelto excelentes en encontrar las maneras más ingeniosas de eludir impuestos. Aunque su éxito se basa en una innovación desarrollada gracias a los contribuyentes (también conocida como Internet), y su prosperidad depende de la protección que el sector público les brinda a sus patentes, no están dispuestas a retribuir a la sociedad de una manera justa. Ni hablar de los grandes bancos de Wall Street, con sus séquitos de abogados y sus complicadas estrategias. En un mundo globalizado, en el que los negocios, las relaciones y la tecnología evolucionan a velocidades alarmantes, ninguna ley puede ir a la par. Dice entonces el autor:" ¿Podría esto ser más aterrador? Los banqueros se absuelven ellos mismos de toda responsabilidad moral al referirse a leyes que sus cabilderos han ayudado a escribir. Aún más aterrador, las leyes siempre van persiguiendo a la tecnología, lo que quiere decir que inicialmente no hay reglas que gobiernen los nuevos productos.

Como lo discute Stiglitz, el gobierno estadounidense, en vez de castigar las prácticas depredadoras de los bancos, y su toma irresponsable de riesgos en búsqueda de la captación de rentas, en detrimento de una buena asignación de los recursos, la creación de riqueza pública, los ingresos públicos, y la igualdad económica, los premió (o como prefieren decirlo, “rescató”) con unos cuantos dólares (Wikipedia dice que fueron 900 000 millones), muchos de los cuales se convirtieron en bonos para sus CEO o incluso en préstamos a intereses más altos al mismo gobierno. Las víctimas, en cambio, fueron castigadas con el desalojo y la reducción de su capacidad adquisitiva. Los bancos eran “demasiado grandes para fracasar”.

Las instituciones financieras son muy visibles, porque a todo el mundo le interesa es la plata. Pero el mismo análisis de inmoral y amoral se aplica a todos los sectores. ¿Qué me dicen de la destrucción ambiental y el riesgo a la salud de animales humanos y no humanos? Por poner un ejemplo, muchos de los pesticidas prohibidos en los Estados Unidos y Europa son vendidos y usados por empresas gringas o europeas, en países subdesarrollados que no los han prohibido. ¿No sería lo correcto que la empresa que los produce simplemente detuviera su producción y venta en el momento en el que alguien (sea quien sea) se dé cuenta de que son peligrosos?

Otro ejemplo. En los países desarrollados está prohibido el trabajo infantil y la esclavitud. ¿Cuántas empresas multinacionales saben que al trasladar su producción a algunos países subdesarrollados incurrirán en estas prácticas, y no hacen nada? Hasta que la ley local no cambie (o los consumidores no las obliguen, lo que ocurra primero) ellas solo se preocuparán por la reducción en costos que lograron gracias a la nueva maquila, y por la satisfacción de sus accionistas cuando se repartan las utilidades.

¿Qué hacer entonces? Un país debe preparar gerentes que piensen primero en términos morales y éticos, antes que económicos. Yo creo firmemente en una moralidad universal, de lo contrario la cultura sería una justificación para muchas atrocidades que se cometen en el mundo, algo llamado relativismo moral. Si no lo logramos, ¿en manos de quiénes estaremos? En manos de un montón de gerentes amorales.

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