La ‘desglobalización’ en marcha acosará a los TLC

La ‘desglobalización’ en marcha acosará a los TLC

¿Se acerca la declinación de la globalización o irá más a allá hacia la declinación de la civilización capitalista tal como la conocemos?

Por: CARLOS
marzo 29, 2022
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La ‘desglobalización’ en marcha acosará a los TLC
Foto: Pixabay

Cuando Trump quizás lo que quiso decir en su recapitulación de los TLC con México y Canadá fue que la globalización había terminado podía ser una prueba de que la hegemonía neoliberal tambaleaba, aunque su histrión máximo todavía mostrara los dientes como simulando reír. Con Trump se confundía el histrión con el clown.

Pero quizás el puntillazo final lo pudo haber asestado la simétrica tragedia del covid 19 que no dejó títere con cabeza.

Según diría Harold James, desde Princeton University, ya para febrero del 2020:

“Tal como mostró el historiador holandés Johan Huizinga, el período que siguió a la peste negra en Europa resultó ser el de la declinación de la Edad Media. Para él, la verdadera historia no era solo la de las secuelas económicas de una pandemia, sino la del misticismo, el irracionalismo y la xenofobia que puso fin a una cultura universalista. De la misma manera, es totalmente posible que covid 19 precipite la ‘declinación de la globalización’”.

Esta expresión es de una profundidad aterradora. Lo que Huizinga supone es que quizás las pandemias cambian la manera de pensar de las gentes, sin ocultar que las inoculaciones de los virus pueden cambiar la química del cerebro humano, vaya a saberse la potencia de semejante invasor y, por ahí mismo, su comportamiento societal a escala ampliada.

Ahora estaría siendo claro que “la falta de acceso a suministros médicos y sanitarios en aquellos sitios donde no se fabrican mostró el riesgo de depender de terceros”.

Existe por ejemplo esta pregunta sobrecogedora: qué hubiera sido de Cuba y su independencia política de no tener su sistema médico tan desarrollado y dispuesto. Le hubiera tocado pagar tanto o más que Colombia que anuncia que le tocó meterse la mano al dril.

Nada menos que 15,89 billones le costó a Colombia. Y el rancho ardiendo: “en Colombia se identificaron casos de corrupción dentro del sistema de salud, en el pago por disponibilidad de camas UCI y pagos por atención en clínicas y hospitales”. Y ya cabe imaginarse esta misma línea de corruptela generalizada en el mundo. ¿La audaz química del virus lo habría potenciado todo?

Entonces, parodiando a Johan Huizinga, ¿se acerca la declinación de la globalización o irá más a allá hacia la declinación de la civilización capitalista tal como la conocemos?

En tal caso, abrir con una guerra ese nuevo periodo no dejaría de ser sintomático. La guerra como metonimia, una parte del mundo por el todo, significaría el tropo en términos semióticos. Y el rancho ardiendo.

Mientras tanto y de cara a que nos encontramos en un periodo electoral valdría la pena hacer una mirada hacia lo que podría pasar con los famosos y ahora inefables TLC que ha firmado Colombia.

Si los TLC son la máxima expresión del imperio de la globalización, entonces proporcional y automáticamente están en entredicho y su obligada revisión, al menos, debería ser inminente.

Desde hace algún tiempo los pueblos de América Latina se han venido sacudiendo el yugo de la dominación política heredada de los periodos postcoloniales.

Vastos conglomerados están reconociendo el estorbo de la dominación imperial estadounidense en su contubernio de siglos con clases dominantes, oligarquías nacionales vendedoras de recursos naturales que ya casi, se augura, salen de su predominio de la historia.

Y ahora a esas mismas fuerzas emergentes les cae la oportunidad de poder leer la historia de una manera distinta al declinar la fase de globalización del capitalismo hegemónico. ¡A las oportunidades las pintan calvas!

Entonces ahora no podrá ser el misticismo, el irracionalismo ni la xenofobia, lo que ponga fin a la globalización. Se necesitan lecturas más conspicuas y calificadas. Falta saber si tendremos los cerebros y los análisis de las experiencias suficientemente decantadas para ello.

Y, veamos, qué es lo que está emergiendo o, mejor, ¿dónde están los futuribles como insumos de la necesaria prospectiva para acometer el futuro? ¿Hay embriones?

Uno de esos embriones necesariamente debe ser la experiencia derivada de la pandemia. Para suscitar el mayor contraste, imaginemos que la pandemia hubiera ocurrido un tantín más tarde, cuando más avanzado estuviera el desastre inminente del Cambio Climático.

Es urgente aceptar que pensar en modo pandemia connota cierta dosis de simetría que va más allá de lo que pudiera aceptarse provenía del criterio de globalización.

La humanidad debe establecer de consuno un estamento libre de toda sospecha, financiado sin cortapisas de gobiernos nacionales mezquinos y utilitaristas, tipo OMS ampliado que nos deje libres del ataque simétrico de cuanto virus exista en el futuro.

Y es obvio que en esa misma línea debe estar el comportamiento al unísono con respecto al Cambio Climático.

Después de dejar nuestras espaldas a salvo es claro que debemos enfrentar el asunto central: la agresividad creciente y feroz de la insurgencia de varios capitalismos agrupados en bloques. Y ahí Latinoamérica y África están en alto nivel de riesgo.

Nuestros territorios están expuestos al mejor postor, a la rapiña más colosal que ya se insinúa, si no tenemos la unidad correspondiente que nos caracterice como bloque.

Y ya tenemos la experiencia de quienes se opusieron a que pudiéramos ser la Gran Colombia. Y nos dividieron y segmentaron hasta convertirnos en republiquetas bananeras cuyas economías nacionales individuales no alcanzan a ser siquiera del tamaño de la economía de Harlem, un barrio de Nueva York.

Y es posible que debamos decir como insinuó Bertold Brecht en alguna obra dramática: Y ahora vienen por mí / pero ya es demasiado tarde.

Para dar una idea de cuánto peligro se cierne inmediatamente sobre nuestro pellejos no es sino mencionar que Trump ha insinuado que Estados Unidos debe proceder con México según Rusia está haciéndolo con Ucrania. ¡Hágame el bendito favor!

Y entonces qué cabe pensar cuando se desaten todos los apetitos de los otros bloques por anexionarnos, por fagocitarnos, por desmembrarnos. Incluso cuál pudiera ser la dimensión de esas mortandades continentales que nos esperan si no tenemos cubiertas nuestras espaldas contra los simétricos efectos de los virus y el Cambio Climático.

Y en medio de ello pende cual espada de Damocles que el sistema capitalista no puede seguir siendo lo que ha sido. Aquí no cabe el misticismo reaccionario de permanecer fieles a las energías fósiles.

Lo que quiero decir es que las guerras por venir de los capitalismos supérstites nos segmentaran según sea las importancias relativas de los recursos nacionales de fuentes de energías limpias como el gas y el uranio u otros para la fusión nuclear.

Y ya Ucrania es una metonimia de tal comportamiento. Es urgente volver a señalar que Rusia se la olió de inmediato cuando Estados Unidos dejó Afganistán de manera tan atronadoramente evidente: era imposible leer tantas pérdidas políticas de escenarios globales sin que mediara una insurgente visión geoestratégica de compensación.

Estados Unidos iría por las reservas de gas ucraniano, no porque careciera de él, sino porque su transporte a través de gasoductos deja a Estados Unidos por fuera del mercado europeo pues solo puede competir con gas licuado mucho más caro pues necesita otras logísticas de embalaje y cruzar el Atlántico.

Pero eso es solo lo que se asoma en superficie. Habrá otros futuribles que todavía estarían implícitos antes de hacerse explícitos según la teoría de David Bohm, aunque mi ejemplo más connotado y genuinamente tropical es el de las hormigas rojas que forman esferas que pendulan girando sin ahogarse en los ríos.

Uno de ellos que merece explorarse es el del impacto de la virtualidad. La virtualidad parece estar colocando hitos que pudieran ser de una nueva historiografía en la red.

La insurgencia de un mercado creciente de NFT es prueba de ello. Desde ese punto de vista un estudio sobre las icónicas futuribles es urgente y necesario.

Y muchas más cosas que todavía no se atreven a salir del tintero.

Es obvio que los futuribles todavía sumergidos determinarán el mayor curso de nuestra historia que empieza a desgajarse.

Y en esa medida, por ejemplo, qué pasa con debatir la importancia de la teoría sobre el Horizonte de sucesos, ¿Cómo anticipar que nos llegue la información que necesitamos pero que no sabemos si todavía existe?

No sabemos qué no sabemos; pero sabemos que no sabemos lo que no sabemos, eso es un buen comienzo.

Notas. He tomado lo que está entre comillas de un artículo aparecido en El Tiempo.

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